En la tercera década del siglo XX el gran moderno de la
arquitectura Le Corbusier afirmaba.
"En todos los dominios de la industria se han
planteado problemas nuevos, y se han creado las herramientas capaces de
resolverlos. Si se coloca este hecho frente al pasado,
hay una revolución.
En la edificación se ha comenzado la fabricación en
serie; se han creado, de acuerdo a las nuevas necesidades económicas, los
elementos de detalle y los
elementos de conjunto...
Si uno se enfrenta con el pasado, hay una revolución en
los métodos y en la amplitud de las empresas...
Se ve que los 'estilos' ya no existen para nosotros, que
se ha elaborado un estilo de época..."
(Le Corbusier, 1964: 227).
Para los arquitectos modernos, lo universal era un
tiempo nuevo. Uno que eliminaría las diferencias geográficas y culturales. La
arquitectura moderna estaba destinada a ser sembrada por todo el planeta.
Estas ideas -tan contundentes en un momento- han sido
revisadas o al menos repensadas posteriormente. Es difícil establecer en que
momento la modernidad dejó de ser -como empresa ideológica- un hecho universal
y unilateral.
En el campo estricto de la producción arquitectónica,
los años de la segunda postguerra mundial marcan una especie de filtro, una reconducción
o ampliación de las ideas y realizaciones vinculadas al espíritu moderno.
Pero si regresamos a la anterior cita y al espíritu duro
de la modernidad de las primeras décadas del siglo XX parece ser evidente que
estamos ante el hecho de un nuevo y radical intento de universalidad. Una
universalidad que se pretende física, real, concreta y extensible a todo el
planeta.
En el campo de la actuación y definición de la arquitectura;
esta parece reorientarse abandonando todo énfasis estilístico y toda
preocupación por la obra como objeto único y final para centrarse en el proceso
de construcción-producción y en el diseño ya no de un objeto sino de los
procedimientos que generan ese objeto. Arquitectos tales como Walter Gropius,
Alexander Klein o Hannes Meyer son claros ejemplos de esta concepción de la arquitectura.
La idea de un mundo y de unas técnicas, más que nuevas inéditas,
y por lo tanto revolucionarias conduce a lo que Le Corbusier llama el estilo de
la época; punto de absoluta ruptura con el pasado y dotado de la suficiente
fuerza y fe como para abarcar la totalidad del mundo: las metrópolis, la región
del trópico suramericano y los lugares más lejanos. (1)
Desde su óptica, Le Corbusier realiza la propuesta de
los cinco puntos de la arquitectura; tan
contundentes, actualizados y adecuados a los nuevos tiempos (a los que imagina
Le Corbusier) que se vuelven una especie de postulado del ya mencionado estilo
de época.
Por otro lado, historiadores como Sigfried Giedion realizan
su propuesta globalizante desde los postulados de la nueva técnica y el
espíritu de los tiempos, o bien como en el caso de Leonardo Benevolo, quien
igualando (y por lo tanto universalizando) la arquitectura reaccionaria al
capitalismo y la arquitectura moderna al nuevo ideal mundial -el del
socialismo- genera una expectativa de proyecto universal.
En los textos de Benevolo que se refieren a la arquitectura
moderna y a los problemas de la ciudad (2) se considera que los nuevos
problemas políticos y sociales vinculados a la ciudad capitalista e industrial
van a tener un único remedio en la producción masificada e industrializada de
viviendas. Pero ¿Que es esa ciudad industrial? ¿Se puede apelar a esta
categoría con la suficiente precisión como para abarcar el universo todo de las
ciudades en su conjunto?
El tiempo y los nuevos enfoques morfológicos de análisis
de la ciudad parecen contradecir este intento de la ideología moderna de
universalizar y simplificar los problemas y situaciones.
Después del auge del discurso moderno han aparecido
otras lecturas. Han contribuido -casi todas- cual moneda de dos caras. Por un
lado han sido formas de freno al plan universal de la arquitectura moderna. Por
otra parte, han contribuido a valorar matices y propuestas más modestas y
localizadas.
Categorías de la segunda mitad del siglo XX, tales como
la de Regionalismo Crítico de Kenneth
Frampton o la de Genius Loci o
espíritu del lugar de Christian Norberg-Schulz), así como los célebres best sellers de Aldo Rossi y Robert
Venturi fueron en su momento contribuciones en términos de debilitamiento o
reformulación de la idea de un mundo y una arquitectura modernamente universal.
En la modernidad hay también una cara que a veces se
oculta. El pensamiento moderno se apoya en la ciencia pero también se apoya en
la crítica. Con lo primero nos hemos entusiasmado (y el último de los
entusiasmos deriva del auxilio del ordenador). Y allí muchas veces, descubrimos
la rápida obsolescencia.
Pero perdura también la crítica. Y debe perdurar.
En arquitectos como Rafael Moneo, Rogelio Salmona o
Peter Zumthor no encontramos encendidos discursos, pero sí modestas y muchas
veces sabias lecciones tanto en la teoría como en la práctica.
Quizás no se autoproclaman modernos, pero hacen parte de
esa tradición, hoy más viva y necesaria que nunca.
Peter Zumthor. Termas de Vals (1993-96).
Notas
(1) Este es sobretodo el Le Corbusier de sus inicios. A
lo largo de su carrera supo apartarse de los dogmas y supo reformular sus
ideas. En lo que se sostuvo fue en su fe en la arquitectura, en la calidad de
sus realizaciones y en su carácter incómodo.
(2) Nos referimos a la Historia de la Arquitectura Moderna y a los Orígenes del Urbanismo Moderno, ambos escritos a inicios de la
década de los '60.
Bibliografía
BENEVOLO, Leonardo (1979). Historia de la arquitectura moderna. Barcelona, Gili.
BENEVOLO, Leonardo (1964). Le origini dell' urbanistica moderna. Bari, Laterza.
LE CORBUSIER (1964). Hacia
una Arquitectura, Buenos Aires, Poseidón.
NORBERG-SCHULZ, Christian
(1986). Genius Loci. Milan, Electa.
Universal, zonificada y en movimiento
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