Para Vincenzo Scamozzi, tratadista de finales del Siglo
XVI y autor del libro La idea della
Architettura Universale, cuyo emblemático título ya revela las ideas globalizantes
de la esfera del mundo clásico, la arquitectura era:
Una ciencia que cuenta con sus propias leyes, ciertas e indiscutibles, y que puede enseñarse y demostrarse al igual que las matemáticas..." (Wiebenson, 1988: 83).
Para Scamozzi, la arquitectura es ciencia y es
universal. Se revela aquí el intento de algunos tratadistas vinculados a la
tradición que pensaban la arquitectura como un saber estático y permanente,
capaz de permanecer inmutable más allá de la historia. (1).
Una arquitectura que se entiende sometida a leyes, demostrable
y precisa como las matemáticas constituye un cuerpo disciplinar perfectamente universal.
La propia perdurabilidad de algunas características de la arquitectura clásica,
tales como el sentido de orden, la simetría, la composición tripartita,
aparecen desde la antigua Grecia hasta las regresivas arquitecturas de Robert
Venturi o Michael Graves o de nuestro más cercano Melia Caracas.
Por otra parte, si revisamos las ilustraciones del
interesante texto de John Summerson El
lenguaje de la Arquitectura Clásica encontramos como algunos edificios y
temas se repiten a lo largo de la historia y la geografía, contradiciendo
cualquier intento de adecuación de la forma a la función pues el mismo tipo
edilicio parece adecuarse a diversas circunstancias y condiciones. Tal es el
caso que muestra Summerson cuando parte del "original" Templo Griego
que se repite en Birmingham en 1832 como proyecto de concurso para un
Ayuntamiento, o en París en 1842 transformado en la Iglesia de La Madeilene. El mismo fenómeno se da
con el Panteón Romano, con el Arco de Constantino, y más particularmente con
la repetición de los órdenes clásicos en innumerables edificios.
Esta perdurabilidad y obstinación, como lo demuestran
los estertores de la moda ya antes citados, constituye un argumento que habla
en favor de la universalidad de la arquitectura vinculada al clasicismo.
Dos consecuencias parecen desprenderse de lo anterior:
por un lado el desarrollo del espíritu de la academia decimonónica como actitud
aferrada al pasado y a la imitación en donde el proceso de diseño y de
aprendizaje -de teoría- se vio casi reducido a la copia y a la reproducción.
La superación de esta situación, y luego su ocultamiento y desprecio, estuvo en
mano de los ideólogos de la modernidad quienes condenaron con fuerza esta
situación.
Pero hay algo más.
De manera contundente e inevitable, lo clásico
constituye el único origen de esa
disciplina que llamamos arquitectura. Ideas como las de orden, equilibrio,
proporción, etc., si bien con sus particulares interpretaciones, constituyen
un conjunto de nociones e ideas que difícilmente pueden ser rechazadas y que
tienen como fuente primordial la búsqueda de armonía en el mundo y la naturaleza,
la convicción de que la arquitectura trasciende a la construcción, de que somos
cuerpo y espíritu, idea y materia. (Al respeto se sugiere la lectura del libro
de Tzonis et. Alt. incluido en la bibliografía).
De los intentos de universalidad teórica, la
arquitectura clásica es una moneda de dos caras.
Por un lado constituye el mayor peligro: el academicismo
como actitud. Y hoy sabemos que el academicismo se puede disfrazar en formas
curvas y sinuosas.
Por otra parte, esa misma tradición es una gran fuerza histórica
-de edificios y textos- rica y contundente que comienza en el templo griego,
pasa por las grandes obras del Renacimiento, y deja notables edificios en el
Siglo XIX y aún en el siglo XX a través de un clásico como Louis Kahn.
Notas
(1) La noción de historia como cambio y motivo de
investigación de naturaleza científica, y por lo tanto distancia de los
hechos, corresponde a la modernidad y más particularmente al siglo XIX. Lo
que para nosotros sería esa historia, vuelta operativa o no, era en el ámbito
del clasicismo tradición o sabiduría de los antiguos, entendiendo
por antiguos los griegos y romanos. No
existía, por lo tanto, una idea de historia tal y como nosotros la entendemos.
Bibliografía
PATETTA, L. (Ed.). Historia
de la arquitectura. Antología crítica. Madrid, Blume, 1984
SUMMERSON, J. El
lenguaje clásico de la arquitectura. Barcelona, Gili, 1984
TZONIS, A. LEFAIVRE, L. Y BILODEAU, D. El clasicismo en arquitectura. Madrid,
Blume, 1984
WIEBENSON, D. Los
tratados de arquitectura. Madrid, Blume, 1988.
El Museo Kimbell de Louis Kahn. Un clásico en el siglo XX
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