En la arquitectura del
trópico, una fachada orientada al oeste puede ser una auténtica pesadilla.
Todavía recuerdo el crujir de la fachada metálica de una oficina que proyecté
al interior del Cubo Negro de Chuao, a comienzos de los 80, recién graduado yo.
El sol de la tarde, implacable, dilata los marcos y estos se tensan. El calor
que se instala en la fachada y tarda horas en disiparse. En edificios como
este, los trabajadores asisten al trabajo con ropas en contraste. Los hay que
van muy abrigados. Son aquellos que tienen que lidiar con el frio que produce
un aire acondicionado a todo dar para intentar compensar el calor de las zonas
aledañas a las fachadas de vidrio. En cambio, los que tienen sus puestos de
trabajo en esta segunda zona van ligeritos de ropa porque el calor es
insoportable.
He aquí una
advertencia y una lección.
La segunda lección la
ofrecía el maestro Jesús Tenreiro cuando comentaba que el empleo de los
parasoles le parecía que implicaba tratar al sol como a un enemigo. Eso no le
gustaba.
La primera lección es
evidente y sus efectos se padecen muy a menudo en cualquier rincón de nuestra
geografía. La segunda lección es sutil y me permite adelantar algunas
observaciones sobre el tema. Son producto de mi vivencia en mis dos casas: en
la que duermo (que recibe tanto el sol del este como el del oeste, a diferentes
horas y de diferentes maneras a lo largo del año) y en la que trabajo; la
Ciudad Universitaria de Caracas.
I-FACHADA CALIENTE
Una de las fachadas
de mi apartamento de planta baja se orienta al sur-oeste. En relación a ella,
hay un antes y un después.
El antes era un mango
que estaba en la casa de al lado, que arropaba con su sombra. Un buen día
tumbaron al mango y vino el después. Apareció la claridad, pero también el
rabioso calor.
Esta zona, otrora
oscura es ahora diferente. El sol de la tarde incide con fuerza en esa pared
orientada al oeste. Hay meses, como en mayo, en los que ir al baño en la tarde
es asistir a un sauna. A las siete de la noche coloco mi mano sobre la pared
que mira al oeste y siento el calor que se ha concentrado allí.
De modo que, en
cuanto al problema del calor, la fachada oeste se las trae. Los arquitectos
conocemos (deberíamos) los mecanismos para disipar este problema ¡Y olvídense de cortinas y de papeles ahumados!
El asunto requiere algo más, algo que se proyecte hacia afuera y que cuesta
dinero.
Para continuar con el
tema, es oportuno separar estos dos efectos: luz y calor. Son problemas
distintos y requieren soluciones distintas. Y como más adelante veremos, el sol
de la tarde también se puede revelar como un buen amigo.
A veces el arquitecto
se limita a hacer de la fachada oeste una simple pared ciega. Cree resolver el
problema: fachadas ciegas al este y oeste, fachadas abiertas al norte y sur
¡Veinte puntos cree él! Pensemos en cambio en los problemas: por esa fachada
ciega no entra ni luz ni aire. Y son necesarias. Por otra parte, la simple
fachada ciega al oeste actúa como una plancha caliente colocada allí ante
nuestras narices ¡Cero tres!
Tomás Sanabria emplea
dos dispositivos distintos para las fachadas este y oeste. El primero es hacer
dos paredes separadas por una cámara de aire. Tenemos así tres elementos: la
pared expuesta al sol, la cámara de aire y finalmente segunda pared –la
interna- que no está expuesta al sol y que por lo tanto no se calienta. (Sede
de la Electricidad de Caracas. Primera etapa). La segunda solución es la de
unos pequeños aleros o persianas horizontales que arrojan sombra sobre la pared
de la fachada (Sede Banco Central de Venezuela).
En términos de la
posición del sol con respecto a los edificios, este y oeste pueden parecer
equivalentes pero no lo son. El sol de la mañana lo apreciamos, nos da energía
y nos ayuda a despejarnos. El sol de la tarde aparece a la hora del sueño
después del almuerzo ¡Fatal! La diferencia es la misma que existe cuando
estamos en la playa: el sol de las diez de la mañana no es tan intenso como
aquel de las dos de la tarde, aunque su inclinación con respecto a nosotros es
similar.
Para concluir con
este punto, digamos que de las cuatro orientaciones puras -norte, sur, este y
oeste- la última es la que gana en cuanto al problema del calor.
II-ABERTURAS
En la arquitectura, y
en el problema que nos ocupa, hay que hacer otra distinción. El movimiento del
sol, aunque varía a lo largo del año y del mismo día, es periódico. Con un
ábaco solar podemos saber cómo penetra la luz en un determinado espacio a una cierta
hora y en que ángulo. La otra variante la constituye la forma, posición y
tamaño de las aberturas.
Una condición regular
en contraste con infinitos diseños posibles.
La arquitectura es en
esencia un sistema de filtros y de límites. Un suelo horizontal y continuo nos
sirve para caminar. Otro escalonado nos ofrece en cambio la posibilidad de
sentarnos y mirar a la distancia algún espectáculo.
Las aberturas y sus
tantas formas son formas de filtros para animales y personas, para la luz y
para el aire.
Si como dice Alberto
Campo Baeza, la luz es el material que todo gran arquitecto domina, esta destreza se ejerce a través de las
formas de las aberturas.
Nótese que hablo de
aberturas y no de ventanas. Las últimas son respuestas convencionales. No hay
nada de malo en ello. Pero conviene pensar en aberturas, toda vez que
Villanueva nos ha enseñado las ricas posibilidades que nos ofrece eliminar las
ventanas y pensar en otro tipo de respuestas para la luz y el aire.
Y conviene aquí
repasar algunas aberturas célebres.
Una de ellas es la del
Panteón romano. No es una ventana convencional. Se le identifica con dos
términos: linterna, que alude a la abertura central en las cúpulas y óculo por
metáfora a las dos ventanas de nuestro cuerpo.
Es la única abertura
de un espacio circular de unos cuarenta metros de diámetro. El Panteón es uno y
todo: un único espacio, una única puerta y ese gran hueco de casi nueve metros
de diámetro, perfectamente centrado y a cuarenta metros por encima de nuestras
cabezas (aproximadamente a la altura de un piso 12 para los no entendidos).
Si ya lo anterior nos
pone a pensar en los alcances de la arquitectura, detengámonos en otro aspecto.
Me gusta colocar dos
fotos a mis alumnos: una es una pared perforada y la otra son marcos y hojas de
ventanas de cualquier tipo. Luego les pregunto: ¿Son lo mismo? ¿Ambas son
ventanas? ¿Cuál es la ventana?
Digamos que con la
pregunta separo la perforación del mecanismo. Y la pregunta sirve así mismo
para meditar un poco.
El óculo del Panteón
da pistas a una posible respuesta. Aquí hay abertura, mas no hay mecanismo
alguno. Por esa enorme abertura entra el aire y la luz, las palomas y la
lluvia.
Dentro de este templo
pagano, de esta maravillosa obra de la arquitectura universal; entra el agua.
Cuando afuera llueve entra el agua. Cuando nieva afuera entra la nieve
.
La única abertura es
pura, no tiene nada más. Si llueve afuera ¡llueve adentro!
Y espero no salga por
allí alguien a decir que los arquitectos Apolodoro de Damasco y el propio
emperador Adriano se equivocaron porque no previeron la entrada de la lluvia.
La ubicación de esta
perforación genera un interesante ejercicio que permite observar la presencia
del halo de luz circular o elíptica moviéndose por las paredes y por el
pavimento del Panteón a lo largo de las horas del día y a lo largo del año. Es
un mecanismo para concientizar los movimientos de rotación y traslación, los
equinoccios y solsticios.
Recordemos Stonehenge, ese antiguo monumento que es
un instrumento para percibir y adorar los movimientos del sol. Y medito sobre mis
propias casas y en las fotos que tomo buscando atajar y compartir esas
fascinantes variaciones de luz que nos hacen sentir que asistimos a un
espectáculo único e irrepetible. Todo sin efectos especiales. Solo arquitectura
y luz. El sueño de todo arquitecto que se precie de serlo.
Los antiguos romanos
colocaron la vara de la calidad de las aberturas de luz en un lugar muy alto.
¿Será casualidad que
esa alta vara de calidad tenga que ver con la propia altura de la fuente de
luz?
Veamos ahora que hizo
Villanueva con la fachada oeste más importante de la arquitectura venezolana.
III-LAS FACHADAS Y
ABERTURAS DE LA CIUDAD UNIVERSITARIA DE CARACAS
En cuanto al diseño
de fachadas y aberturas, Villanueva en la Ciudad Universitaria nos brinda
estupendas lecciones.
Las decisiones en
cuanto a orientación de los edificios de la Ciudad Universitaria de Caracas son
netas, claras. Veamos.
A excepción de
algunos elementos singulares, la mayoría de edificios coinciden con los cuatro
puntos cardinales. Los edificios de Arquitectura, FACES, Farmacia tienen sus
fachadas alargadas orientadas al norte y al sur. Para diferenciar al edificio
de la Biblioteca, el volumen rojo y negro que domina el conjunto, Villanueva lo
gira noventa grados respecto a los otros edificios altos.
Otra constante la
encontramos en la orientación preferente de los espacios de aulas. Se abren al
norte, la fachada de menor incidencia solar en el hemisferio en el que nos
encontramos. A esta orientación favorable se le suma otra cualidad: la hermosa
vista del Ávila.
En otros espacios, la
luz penetra por lo alto. Tal es el caso de los espacios de circulación y de los
techos de los Talleres de Plástica de la Facultad de Arquitectura (hoy Taller
Galia). En estos casos, la orientación escogida para la abertura es la misma:
el norte.
Hasta aquí, todo
perfecto. Pero todavía falta algo.
La arquitectura de la
Ciudad Universitaria muestra la importancia de los espacios de circulación y
las posibilidades de su tratamiento.
Ya lo sabemos, uno de
los atributos del conjunto universitario reside en esos fantásticos corredores
sombreados que nos permiten recorrer y admirar fachadas de color, cuerpos,
árboles y pájaros.
Dentro del tema del
movimiento del sol es importante destacar cómo funcionan los patios.
En el lugar en donde
se perfora el techo, allí penetra la luz. Y como el sol se mueve
permanentemente, las zonas de luz y sombra dentro y alrededor del patio cambian
también, sin cesar.
Cuando el sol se
inclina en forma pronunciada (temprano en la mañana o después de las cuatro de
la tarde) las zonas aledañas a los patios se llenan de luz. Esta penetra cinco,
seis, siete o más metros de acuerdo a la hora y a la altura de las aberturas.
Todo esto sucede
–siempre- en espacios de circulación. Y aquí reside una gran lección, que
Villanueva recoge de nuestra arquitectura tradicional. Si estas luces profundas
se empleasen en espacios de permanencia, lo que aquí es virtud se transformaría
en penuria.
Eso es lo que sucede
en la sala de mi casa. En el mes de marzo no hay sobremesa de almuerzo
aceptable, porque la luz entra violentamente, encegueciendo y acalorando a mis
invitados.
En conclusión, los patios
permiten el paso del aire y la luz y alrededor de ellos se genera un
espectáculo de luz cambiante que reúne utilidad y belleza.
En el punto anterior
advertimos acerca de las infinitas posibilidades del diseño de las aberturas.
Una de las que emplea
Villanueva es el bloque calado ¡Atención. Solo en espacios de circulación!
Es un elemento que
junto a otros permite realizar un cerramiento vertical, estableciendo un límite
físico. Cierra el espacio, lo limita. Pero al mismo tiempo sus pequeñas
perforaciones permiten el paso de aire y luz.
Se llega entonces a
esa hermosa paradoja que es la pared de
bloque calado. Es lo primero porque se hace en forma similar a una pared
convencional y porque cierra toda la superficie vertical. Simultáneamente no lo
es, porque es perforada.
Cabe pensar un
momento en las diferencias entre este sistema de aberturas y el óculo del
Panteón.
Ya antes dijimos que
en el Panteón lo singular hace el todo: el óculo es la única abertura de luz.
En cambio, los bloques calados son muchísimos y pequeños.
El óculo es un
solista, un Pavarotti de la luz. Las superficies de bloques calados, como las
emplea Villanueva en la Ciudad Universitaria, son un grandioso coro de voces de
luz.
Sin embargo se
asemejan en algo. Son pura abertura, no poseen mecanismo de control de paso de
aire o luz. Si algún día llueve venteado, los corredores se inundan.
Villanueva una vez lo
dijo: prefería unos pocos días al año con pisos mojados ante una gran mayoría
de otros frescos, iluminados y ventilados.
Hasta aquí las
razones funcionales. Pero hay belleza también.
Hay un espacio de la
Ciudad Universitaria en donde el efecto de sombras y luces adquiere carácter de
fantasía. Es el corredor que prolonga la Plaza Cubierta hacia el sur. Aquí, la
fachada perforada está orientada al oeste franco.
El efecto requiere de
ciertas condiciones de hora, es un espectáculo efímero. Ocurre ya avanzada la
tarde. Y se aprecia mejor en ocasión del solsticio de invierno, el día en que
el sol se inclina más hacia el sur.
Y hoy, 21 de diciembre
de 2016, podremos asistir a ver este hermoso lugar.
Es aquí en donde se
encuentra la mejor respuesta de la arquitectura venezolana a la fatídica
fachada oeste.
En ocasión del
solsticio de invierno, el día más oscuro del año en el hemisferio norte,
Villanueva ha hecho tal proeza.
¡Dime tú si no es un
genio!
Fotos:
1-La sala de mi casa en la tarde. (Luis Polito)
2-Caja Granada. Alberto
Campo Baeza (1992-2001).
Foto:
http://www.plataformaarquitectura.cl/cl/02-55163/clasicos-de-arquitectura-caja-granada-impluvium-de-luz-alberto-campo-baeza/caja-granada_09_duccio-malagamba
3-Panteón. Roma.
Apolodoro de Damasco (118-125 d. C.)
foto: https://www.flickr.com/photos/ricard_garrit
4-Corredor norte-sur Plaza Cubierta Ciudad Universitaria de Caracas (Luis Polito)
Excelente artículo, por fin veo a un arquitecto cósmico en el siglo XXI. Quiero decir, que integra al sol dentro de su visión arquitectónica. Esta información es fundamental tanto en lo funcional como en lo estético. Los ejemplos que pones son muy buenos y la última foto un hermoso coro de luces tal como dices tu. La metáfora musical me parece genial.
ResponderEliminarAntonio Polito
Gracias Antonio. Ha sido un placer compartir en este día aproximaciones desde diversos ángulos a un fenómeno tan rico e importante como lo es el Dios Sol. Como escribo en el artículo, tanto en la CUC como en mi propia casa he hecho observaciones de como la luz penetra. Un abrazo, y esperemos otra ocasión para repetir esto. Un abrazo.
ResponderEliminarQué hermoso y didáctico artículo. Un tributo a Villanueva y sus geniales soluciones. Aplaudo la metáfora del coro de luces y agrego, de sombras. "Sin sombra no hay luz".
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