Cerca del 21 de Diciembre ocurre un hecho cósmico muy significativo, es el
instante de tiempo que señala el solsticio de invierno del hemisferio norte y
el inicio del tránsito del Sol por el signo zodiacal capricornio. Desde la
remota antigüedad se ha usado esta fecha para múltiples celebraciones, una de
ellas es la navidad o nacimiento de Jesús aunque se celebre unos días después,
sin embargo hoy en día también se acostumbra a celebrar la llegada del espíritu
de la navidad. Un análisis de lo que ocurre a lo largo del año puede revelarnos
el sentido profundo de este momento.
En el hemisferio norte, en esta fecha, se da el día más corto y la noche
más larga del año. A la vez es el día en el cual el Sol alcanza menos elevación
respecto del horizonte. Ambas circunstancias coinciden en caracterizar ese
momento como la mínima expresión de la cualidad solar en la Tierra. Al haber
menos Sol hay menos luz, menos vida y menos energía, en otras palabras es el
día de mayor escasez en todo el año. Es
la situación inversa a la que ocurre con el otro solsticio, el de verano,
momento de mayor abundancia del año.
Como contraposición a lo que muestra la naturaleza, en las navidades
todos nos dedicamos a dar la impresión de lo contrario. Adornamos nuestras
casas, celebramos una cena suculenta, ofrecemos regalos a nuestros seres
queridos, especialmente a los niños. Los
que están empleados en una empresa esperan recibir sus aguinaldos. En resumen,
el que tiene da y el que no tiene espera recibir. Estas costumbres son muy
sabias y coherentes, porque en el Solsticio de Invierno el hombre imita la
conducta que el Sol presentó durante el verano, es una especie de juego entre
el hombre y el Sol. Cuando el Sol da lo mejor de sí, el hombre aprende a
recibir, cuando el Sol va a su mínima expresión, el hombre muestra el poder y la
energía que ha logrado dar a su ser. Es como el niño que nace, se cobija en el
seno materno, lo recibe todo de su familia con el compromiso de crecer y
convertirse poco a poco en un hombre, capaz de engranar en la continuidad del
proceso sin fin.
Esta es la razón por la cual el hombre próspero llena su casa de
alimentos y de luces, y esparce esos bienes hacia los seres que lo circundan
como un Sol que calienta e ilumina a todos sin discriminar. Con este hecho el
hombre demuestra ser vencedor contra la escasez, demuestra que puede ser
independiente, que pudo aprovechar los momentos de abundancia para ahora
sobrevivir de buena manera, demuestra que puede ser un Sol.
Vamos un poco más allá, el hombre próspero y verdaderamente sabio,
practica el agradecimiento, porque para ser prospero en invierno, es porque ha
sabido tomar los recursos que el Sol ofrece en verano y aprovecharlos. Es una
especie de “cadena de favores”, el hombre prospero le da gracias al Sol y las
personas necesitadas le dan gracias a ese hombre. El hombre agradece a sus
padres y da a sus hijos, y no olvidemos que un bebé nace completamente indefenso
e inepto para subsistir, así que no hay nadie que esté escuchando estas
palabras que no tenga a quien agradecer estar aquí ahora.
La celebración del Espíritu de la Navidad, no es más que la misma
navidad de siempre pero celebrada en el propio solsticio unos días antes de la
Nochebuena. Podemos resumir que se trata de una experiencia de triunfo, una
exaltación de los poderes materiales y espirituales del hombre, por eso es el
momento de mostrar abundancia y generosidad, sin olvidar el agradecimiento.
Demás está decir que la costumbre de escribir una carta de peticiones al
espíritu de la Navidad se la dejamos a los niños, mientras que los adultos
haríamos bien en revisar las riquezas que poseemos y como las podemos compartir.
Instituto de Astrología Moderna
Antonio Polito
antoniopolitodisabato@gmail.com
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