El cuarto
arquitecto que Moneo trata en su libro Inquietud teórica y estrategia
proyectual es el estadounidense
Peter Eisenman (1932).
Dentro del grupo que Moneo analiza, Eisenman es
aquel cuya arquitectura y pensamiento están más alejados de la tradición. Y
cuando hablamos de esa tradición no solo nos referimos a aquella más antigua
que Moneo respeta y cita frecuentemente, sino también la que se puede asociar a
la arquitectura moderna.
Leyendo el análisis de Moneo nos percatamos que
para Eisenman la arquitectura es fundamentalmente un problema intelectual. Y
este rasgo lo coloca en el centro de algunas de las tendencias de los últimos
años, caminos de los que probablemente un Le Corbusier se hubiese distanciado
atendiendo a aquella sentencia que nos dice que prefiere dibujar a escribir.
La segunda cosa que notamos es que esa búsqueda
intelectual se ve desplazando permanentemente; en algunas casos porque las
exploraciones se agotan y en otras por la propia capacidad imaginativa de
Eisenman.
Hay una primera fase, las da las casas numeradas,
en donde el foco de la búsqueda lo constituye la identificación de la arquitectura
como forma, como estructura pero, sobre todo, como objeto autónomo. En
concordancia con los propósitos de Eisenman se desarrolla también una
exploración sobre las formas de representación de la arquitectura. De allí que
Moneo identifica que n esta fase las “casas son, sobre todo, cosas.” (Moneo,
2004: 165).
Cuando Eisenman llega a la House X ya se ha
saciado ¡Diez ya es suficiente!
Así, encuentra en la historia y en los abstrusos
filósofos franceses del momento nuevas fuentes para su intelecto. Esta es la
etapa da la de-composición, categoría de proyecto opuesta a la tradición
occidental y adecuada –según Eisenman- a los tiempos que estamos viviendo-.
La obra emblemática de esta aproximación es el Wexner
Center (1983-89) en Ohio.
Una nueva expresión formal aparece con el uso de
los pliegues. Y antes de seguir se debe aclarar que todas las búsquedas
de Eisenman emplean o bien la metáfora o la traslación mecanicista de formas
provenientes de diversas fuentes.
Aquí Moneo va expresando sus juicios: la
arquitectura de Eisenman es cada vez más rica y compleja en sus formas,
revelando una gran maestría en este aspecto. Por otra parte, el empleo de
fuentes extra-disciplinares se vuelve cada vez más forzoso.
El uso de pliegues da lugar a la exploración sobre
las superficies cóncavas y convexas, como en caso del proyecto de la Casa
Max Reinhardt (1999) en Berlín.
Los procedimientos de Eisenman son variados y complejos.
Sus formas de aproximación al proyecto y a la arquitectura se acumulan y
solapan. En 1999, Eisenman publica Diagram Diaries. Allí desarrolla una
nueva vía, la del diagrama. Leamos un pasaje que Moneo cita:
El
diagrama como una forma de escribir, ya que introduce una no-presencia como
ausencia en la presencia, hace posible superar la idea de signo motivado”. (Moneo, 2004: 197).
Esta es una de esas en la que casi nadie se atreve a
decir que puede significar cualquier cosa y que por lo tanto no dice nada.
Las últimas páginas del capítulo están dedicadas exclusivamente
a este texto, sin incluir ningún proyecto.
En el libro no se habla del proyecto más ambicioso
de Eisenman, la Ciudad de la Cultura de Galicia. Este proyecto comienza
con un concurso en 1999 y ha sufrido tanto paralizaciones como reducciones en
su alcance.
Quizás forzamos un poco las palabras de Moneo,
quien a pesar de ser crítico en ocasiones, lo es con extrema cautela. Pero
concluyendo parece decirnos que el concepto de diagrama significa para Eisenman
una “oculta figura que tan solo los ojos del arquitecto ven y en la que todas
sus fantasías se cumplen y satisfacen.”
Ya se ha dicho. La autonomía arquitectónica que
reivindica Aldo Rossi es la que busca deslastrar el proyecto de la carga
ideológica, buscando una reinserción de la arquitectura en el ámbito que lógicamente
le corresponde: en la ciudad.
Con esta idea, creo que todos ganamos.
Pero Eisenman ha ido demasiado lejos, llegando a
apostar por una arquitectura tan extremadamente autosuficiente que tan solo le
atañe al arquitecto.
Esta idea, que a algunos atrae por su fantasía de
dominio, a mí me parece absurda porque traiciona uno de los valores fundamentales
de la arquitectura: su ser obra colectiva.
House II (1970)
Wexner Center (1983-89)
Reinhardt House (1999)
Comentarios
Publicar un comentario