Prosigo con la publicación de extractos de mi tesis doctoral “Ciencia, arte y arquitectura en tiempos modernos” (FAU-UCV, 2013). Este y otros que seguiré publicando provienen del último capítulo, llamado “Desenlace tentativo”. A partir de historias, arquitectos y propuestas pongo la mirada en experiencias que enfatizan el carácter holístico de la arquitectura. Los hechos que se relatan son conocidos. Lo que considero que es aporte es la mirada con que los describo. Además, sucede también lo que ya se vio en las publicaciones recientes. A la arquitectura y a su teoría la atraviesan unos temas-clave. Son inevitables, y son tan antiguos como contemporáneos. Comienzo con este, arquitectura y construcción.
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Analizando las relaciones entre arquitectura y construcción podremos poner en claro sus funciones y sus diferencias.
Según Geoffrey Scott, la falacia mecánica es la asimilación de la arquitectura a construcción. En cambio, para él, se debe destacar la diferencia entre hecho y apariencia de ese hecho. La estructura es resistencia del edificio, pero es más que eso; es también la apariencia de esa resistencia. Scott señala que en el Renacimiento los órdenes no son solo elementos de soporte estructural, sino fundamentalmente elementos organizadores de la arquitectura. Y esos elementos se manipulan formalmente. Pone como ejemplo a la iglesia de San Pedro, en donde Miguel Ángel decide aumentar las dimensiones del tambor de la cúpula con el fin de enfatizar el efecto visual final. (Scott, 1970: 98).
La arquitectura se propone expresar la construcción e igualmente el esfuerzo estructural. Esta expresión es fundamentalmente estética y su efecto final es que “nos deleitamos con esa impresión.” (Scott, 1970: 92). La construcción es el medio, la arquitectura es el efecto global.
Bruno Zevi nos permite ampliar y corroborar esto. Analizando la historiografía, reconoce que técnica, ingeniería y arquitectura tienen sus historias propias. Sin embargo, la historia de la última es la historia del empleo y de la incorporación de las dos primeras en la arquitectura. Éste es su planteamiento:
(…) La historia de la llamada ingeniería no es un capítulo o un aspecto de la historia arquitectónica; es parte intrínseca, necesaria, pero a condición de que sea historizada, identificándose así con la historia artística. De este objetivo, metodológicamente clarísimo, está todavía lejana la práctica, como lo demuestra la difundida opinión de que al mismo resultado artístico pueda llegarse con técnicas constructivas distintas. (Zevi, 1979: 169).
Para Zevi, solo tiene sentido una comprensión de la estructura si es integrada a la arquitectura.
Por su parte, Leland Roth distingue estructura física de estructura perceptiva. Esta dualidad se manifiesta si observamos una columna tan delgada que nos da la impresión de que puede caer. Así, “una columna puede ser mucho más grande de lo estructuralmente preciso (…) para darnos la impresión de que tiene la suficiente resistencia para cumplir su cometido.” (Roth, 1999: 19). Roth compara el templo griego con las catedrales góticas. En el primero, observamos “la cuidadosa compensación entre elementos verticales y horizontales” (Roth, 1999: 22). En el segundo caso, destacan los “encumbrados y estilizados contrafuertes” y la “multiplicidad de líneas verticales” (Ídem). Son dos efectos distintos, aunque tanto el Partenón como las iglesias góticas francesas han revelado ser sólidas construcciones.
Scott, Zevi y Roth han dicho lo mismo: la construcción depende de la física, la arquitectura depende de intenciones expresivas. Simple verdad, aunque algunos tenazmente intentan violentarla.
Con lo anterior hemos distinguido fines de la arquitectura y fines de la construcción. Ahora consideraremos sus vínculos.
Cuando tocamos el tema de la separación de la ingeniería, constatamos que esta ruptura implicaba una polémica: ¿Qué profesional pone medidas a los elementos de soporte? Al ingeniero no le interesa ni importa como el arquitecto emplea los acabados. Sin embargo, al intentar determinar las medidas de los elementos portantes se entra en compromiso obligado entre arquitectura e ingeniería. Es materia para ambos profesionales.
Si recordamos a Ernst Cassirer podremos explicar por qué para el arquitecto la determinación de medidas es un elemento clave de la forma. Cuando hablamos del reino del número descubrimos que para los antiguos griegos la belleza es de naturaleza objetiva. Tan objetiva que obedece a relaciones entre números, a simples proporciones.
El entramado de los órdenes clásicos es simultáneamente un principio estructural -el dintel- y un sistema de proporciones enlazadas, desde las partes más pequeñas al esquema general de la columna y el edificio mismo. Orden, matemáticas, belleza y proporción; todo esto se concreta en la medida. De allí que esta dimensión sea fundamental en la arquitectura y sea un elemento crítico para el proyecto.
Frank Lloyd Wright nos habla de estilización. Los griegos encuentran su expresión espiritual a través del acanto. En la arquitectura griega se dramatiza el objeto. Hay un paralelo entre estilización y civilización. De allí su trascendencia. La piedra se convencionaliza, para “usarla como rasgo de belleza en su construcción”. (Wright, 1978: 79) (1). Para Wright, la arquitectura moderna encontrar su forma de estilización y lo debe hacer con el empleo de la máquina. (Wright, 1978: 80-81).
Se pone así en relieve la indispensable síntesis entre arquitectura, construcción y belleza en el templo griego. El elemento que expresa tal síntesis es uno de sostén: la columna.
Así, es lógico suponer que cuando se desarrolla el cálculo científico hasta permitir una definición de las medidas de los elementos de soporte en términos de eficacia y economía, esto haya creado una profunda crisis en la arquitectura. A mediados del siglo XVIII como hoy en día, el conflicto fundamental entre arquitectos e ingenieros es de número y más precisamente de armonía.
Lo anterior describe un problema clave de las relaciones entre arquitectura, ingeniería y construcción.
Pero hay también otra consecuencia. El tipo ideal original (y clásico) de belleza arquitectónica se manifiesta en la columna. Seguramente, en algo más: en su repetición, en el ritmo preciso de llenos y vacíos. Hay un elemento –el muro– que le sirve de contraste y complemento. El efecto plástico del juego de luces y sombras, de abertura y cerramiento contrapuestos a la opacidad y continuidad del muro es un efecto clave que encontramos en Grecia, en la antigua Roma, en el Renacimiento y en el Barroco, en el Neoclasicismo y en la misma arquitectura moderna. Esta última luchó contra toda clase de referencias al pasado, menos con esta.
La arquitectura de Le Corbusier es prueba de ello. Con más precisión, la arquitectura de las casas blancas, aquella que realiza entre las décadas de los veinte del siglo XX. Sin embargo, en otras obras, el arraigado lenguaje de columna, dintel y muro desaparece. Es el caso del Pabellón Phillips (1958). Ya no vemos columnas ni entramados ortogonales. El edificio se asemeja a una gran carpa en forma de paraboloide hiperbólico (2). A destacar aquí que la propia noción de cubierta se diluye. No hay paredes y techo, sino una única envolvente.
Le Corbusier y Iannis Xenakis. Pabellón Philips. Exposición Universal de Ginebra.
Otra obra tardía, la Maisson de l´Homme o Centro Le Corbusier (1960-1967), en Zurich, muestra también el abandono de columnas en su expresión más convencional, así como la contraposición vertical–horizontal (esto último en menor gado). La obra se estructura a partir de dos paraguas metálicos adosados. Los apoyos son unas finas pantallas metálicas ubicadas en el centro de la fachada, que dejan atrás cualquier referencia a la columna tradicional (en cuanto a sus proporciones). En las otras fachadas se incluyen unos finos tensores cilíndricos.
Estas dos obras abandonan sus famosos cinco puntos y también dejan atrás referencias a la arquitectura tradicional y su típico lenguaje de columnas y vanos ordenados rítmicamente. Resulta interesante reconocer como se ha manejado este tema en la arquitectura moderna. Por una parte Wright se deslinda radicalmente de la tradición de la columna clasicista tradicional. Pero no lo hace Mies. Y, como se ha visto, Le Corbusier abandona este lenguaje en su obra madura. (3)
Le Corbusier. Maisson de l´Homme (1960-1967). Zurich.
Para terminar, comentaré brevemente el caso del arquitecto alemán Frei Otto (1925). En la obra de Otto encontramos una exploración permanente de las membranas. Emplea puntales y tensores y muchas de sus obras recuerdan las carpas de los circos (de nuevo). Estas obras se han realizado con la contribución de concienzudas investigaciones estructurales. En algunos casos se emplean modelos y maquetas como pruebas de la estructura. Sus actividades de investigación las ha realizado en el Instituto de Estructuras Superficiales Ligeras de la Universidad de Stuttgart, que ha dirigido entre 1964 y 1991. (Songal, 2008: 66).
En la ocasión en que le preguntan acerca del trabajo conjunto de arquitectos e ingenieros, Otto afirma:
En la actualidad, el arquitecto se desentiende voluntariamente de las ciencias naturales, pero comete un grave error pues la construcción es una ciencia de la naturaleza aplicada (…) La ingeniería de la construcción contemporánea se ha vuelto provinciana y ha llegado a alejarse muchísimo de los centros de pensamiento; está muy lejos del ámbito científico (…) mientras que en otra época estuvo a la cabeza, cuando los arquitectos eran los físicos de vanguardia (…). (Otto. En: Songal, 2008: 62-63).
En ocasiones, Otto parece inclinarse en forma unilateral hacia la ciencia, tal y como notamos hace también Pier Luigi Nervi. Sin embargo, debe reconocerse en ambos sus pertinentes exploraciones.
Otto muestra que la incorporación de estructuras de complejas geometrías y formas de construcción implican un desafío para el arquitecto para actualizar las formas a las posibilidades de la ciencia y las técnicas modernas. Estos son los retos que plantea una investigación actual sobre las actividades vinculadas con la construcción:
Las nuevas grandes tareas biológicas y ecológicas requieren una manera global e integrada de pensar y de proyectar, también cuando se trata de obras de grandes dimensiones y con una fuerte componente técnica. Ni siquiera los mejores arquitectos ni los ingenieros con dotes artísticas están todavía a la altura de estos desafíos en la mayoría de las ocasiones. (Otto. En: Songal, 2008: 13).
A riesgo de generalizar, las búsquedas de años más recientes se alejan del espíritu racionalista que caracteriza a Otto. Mucha arquitectura contemporánea si bien en sus formas apunta a la novedad (como fin en sí mismo), no parece hacerlo por una voluntad de transformación sino por el mero objetivo de buscar la impresión superficial de impacto.
El tema arquitectura y construcción nos ha ofrecido algunas lecciones. Si nos remontamos a la mejor tradición, encontramos el aporte de un tercer componente que armoniza y vitaliza esta relación: la belleza. Con la modernidad, aparecen nuevos problemas y en algunos casos los arquitectos se aferran a las fórmulas conocidas.
Las últimas palabras de Otto nos colocan ante un nuevo compromiso: no debemos olvidar los valores acumulados, pero debemos investigar las respuestas para esas urgentes tareas biológicas y sociales que la arquitectura de este tiempo demanda.
Frei Otto. Estadio olímpico de Munich (1968-72).
Notas
(1) Tanto Wright como Le Corbusier reconocen la gran realización que es el templo griego. Palabras similares de admiración encontramos también en Henry van de Velde: “En la Acrópolis, las columnas vivas nos enseñan que no existen, que no soportan una carga, o más bien que están espaciadas entre sí de acuerdo con una finalidad muy diferente de la que aparentemente justificó su erección. Incluso cuando se encuentran unidas todavía por un cornisamiento, proclaman a gritos que las columnas alrededor no existen, sino que entre ellas se encuentran unos recipientes gigantescos y perfectos que contiene vida, espacio y sol, mar y montañas, la noche y las estrellas. El éntasis de las columnas se transforma hasta que el espacio resultante entre una y otra ha alcanzado una perfecta forma eterna.” (Van de Velde. En: Frampton, 1987: 100).
(2) El paraboloide hiperbólico es una superficie de doble curvatura (como la silla de caballo). Sin embargo, esta superficie se puede realizar por líneas generatrices que son rectas. Esto permite la realización de encofrados planos para emplear concreto vaciado. (Salvadori y Heller, 1974: 318). En el caso del Pabellón Phillips se emplean piezas prefabricadas de concreto fijadas a unos tensores. (Boesiger, 1984-VI: 200).
(3) Cuidado con los reduccionismos. Sería una simplicidad afirmar que la arquitectura de avanzada es aquella que elude la horizontal-vertical. Lo que es importante destacar es que en algunas obras modernas se logra una nueva síntesis estructural que abandona el sistema adintelado. No se trata de buscar formas complejas por el mero hecho de su novedad. Curtis escribe: “Se trata (…) de la distinción entre los principios y el pastiche, entre la integración del significado y la manipulación superficial de la forma (…)”. Curtis, 2007: 658). Es interesante comparar el Pabellón Phillips, de 1958, con el Museo Guggenheim de Bilbao (1991-1997), de Frank. O. Ghery (1929). En la primera obra las formas complejas derivan obviamente de una búsqueda expresiva. Sin embargo, esto se logra a través de una exploración sobre un sistema de soporte consustanciado con la arquitectura moderna. Veamos que nos dice Moneo, acerca del proyecto del museo de Bilbao: “El Guggenheim (…) ha permitido a Ghery refinar y pulir el uso que el ordenador había venido haciendo en sus obras. La fluidez que advertíamos en las últimas y que tenía en Vitra tan destacada presencia alcanza en el Guggenheim su apogeo. El ordenador (…) le llevará a hacer uso de cualquiera que sea forma, sin miedo a que el no poder representarla se lo prohíba: ahora, la más caprichosa de las formas puede describirse, puede ser representada, y por ende, dar pie a su construcción.” Moneo, 2004: 303). Moneo, en otras ocasiones cauto, casi ha hecho una publicidad de la arquitectura de Ghery y del uso del ordenador. Muchas veces, la publicidad es engañosa. Sin orden, mencionaremos obras, estilos o arquitectos que constituyen auténticas exploraciones formales y estructurales. En primer lugar destaca el propio Pabellón Phillips, cuya complejidad formal tuvo que describirse, dibujarse y construirse sin la ayuda de ordenadores. La arquitectura romana, gótica y barroca son exploraciones dignas y logradas. Si debemos nombrar arquitectos o autores recordaremos a Prouvé o al ingeniero uruguayo Eladio Dieste (1917-2000).
Referencias consultadas
-Boesiger, Willy (ed). 1984. Le Corbusier et Pierre Jeanneret. Ouvre complete. Zurich, Edition Girsberger. (8 tomos).
-Cassirer, Ernst. 1967. Antropología filosófica. México DF, Fondo de Cultura Económica.
-Curtis, William. 2007. La arquitectura moderna desde 1900. London, Phaidon Press.
-Frampton, Kenneth (1987) Historia crítica de la arquitectura moderna. Barcelona, Gustavo Gili.
-Roth, Leland.2007. Entender la arquitectura. Barcelona, Gustavo Gili.
-Salvadori, Mario y Heller, Robert. 1974. Le strutture in Architettura. Milano, Etas Kompass.
-Scott, Geoffrey. 1970. La arquitectura del humanismo Un estudio sobre la historia del gusto. Barcelona, Barral Editores.
-Songal, María (ed.). 2008. Frei Otto Conversación con María Songal. Barcelona, Gustavo Gili.
-Wright, Frank Lloyd. 1978. El futuro de la arquitectura. Barcelona, Poseidón.
-Zevi, Bruno. 1979. Architettura in nuce. Florencia, Sansoni.
Muy buena publicación. Felicitaciones por tu tesis. La verdad es que son muy buenas estructuras estas que publicas en el articulo y la información excelente.
ResponderEliminarsaludos
Muy buena información, la arquitectura es la creatividad y la construcción es las que plasma las ideas de los arquitecto, son la pareja perfecta.
ResponderEliminarSaludos,
Cálculo de estructuras en Barcelona