Sea literatura, ciencia o filosofía, hay gente que tiene el poder de la escritura. Se expresan con claridad, son originales y únicos. Suelen ser didácticos, en el mejor sentido del término.
Uno de estos casos no frecuentes es Lewis Mumford (1895-1990), nacido en Flushing, Nueva York. Conocido como sociólogo, filósofo, filólogo, urbanista y autor de particulares historias híbridas de cultura, técnica y ciudad.
Conocer su obra es importante para todo aquel que quiera conocer de dónde venimos y así mismo para conocer algunas muy singulares historias.
Voy a hacer breves comentarios sobre Arte y técnica (1958) (“Art and technics”. 1952). Mumford las trata como un par de opuestos.
Al comienzo del texto, lanza una advertencia: “todo nuestro dominio del mundo físico, podría en el siglo XX poner en peligro la existencia misma de la existencia humana” (Mumford, 1958: 10). En tiempos anteriores a la era moderna el hombre vive en armonía entre arte y técnica. El progreso técnico se aleja del hombre y el arte se vuelve ensimismado, violento y nihilista (Mumford, 1957: 12).
Mumford reconoce el origen común de arte y técnica, sin embargo a lo largo del libro trata de la separación de esta unidad en dos impulsos que se contraponen. La técnica ha “ampliado el alcance y el poder” (Mumford, 1958: 18). Sin embargo, diferenciando intenciones, nos dice cuál es el propósito del arte:
El arte es principalmente el dominio de la persona, y su finalidad (…) es ensanchar la provincia de la personalidad de manera que sentimientos, emociones, aptitudes y valores (…) puedan ser transmitidos con toda su fuerza y significado a otras personas y a otras culturas. (Mumford, 1958: 19).
La técnica, siendo función humana, es aquella parte que nos hermana con otros seres vivientes: tiene que ver con el sustento y con el dominio de la naturaleza. En forma diferente, el arte “descansa sobre un rasgo absolutamente privativo del hombre: la capacidad para el simbolismo” (Ídem). Para explicar estas dos vertientes nos habla del lenguaje, que es “un instrumento útil de comunicación práctica” pero igualmente “una fuente de comunicación emocional” (Mumford, 1958: 20).
Para el ser humano es igualmente importante el hacer (la técnica) que el decir (el arte). En definitiva:
El arte y la técnica representan por igual aspectos formativos del organismo humano. El arte representa el lado interior y subjetivo del hombre; todas sus estructuras simbólicas (…) La técnica, por el contrario, se desarrolla fundamentalmente a partir de la necesidad de afrontar y dominar las condiciones externas de la vida (…).
Uno de los capítulos se titula “Símbolo y función en arquitectura”. Ya Mumford nos ha dicho que nuestra naturaleza contiene expresiones prácticas e inmediatamente vitales pero también expresivas y emotivas. La técnica se dirige al dominio del mundo exterior y el arte responde a una necesidad interior. En la arquitectura, esta dualidad alcanza un punto culminante, ya que el edificio “realiza un trabajo” (Mumford, 1958: 89) pero igualmente “produce una impresión visual” (Ídem).
Contrapone expresión simbólica y funcionalismo. A riesgo de cierto esquematismo; el encargo de ingeniería, lo utilitario y el funcionalismo conducen a un cierto tipo de expresión. Mumford comenta aquí:
La creación de máquinas, aparatos, utensilios y estructuras carentes por completo de toda intención expresiva, pero diseñados con el máximo rigor para un funcionamiento eficaz. (Mumford, 1958: 90).
Enumera diversos edificios y objetos diseñados bajo el mandato puramente funcional: el granero, el silo, el castillo y el puente, el barco. A diferencia del encargo habitual de la arquitectura que reúne la realización de un trabajo o función pero igualmente la expresión visual en estos diseños solo existe el “trabajo a cumplir” (Ídem). Sin embargo, estos objetos pronto comienzan a expresar la función a la cual sirven (Mumford, 1958: 91).
Evidentemente, Mumford contrasta arte y técnica como entidades en conflicto. A veces, la arquitectura puede resultar una feliz síntesis entre funcionalismo y simbolismo. Esto sucede con las obras de Frank Lloyd Wright y su idea de una arquitectura orgánica.
En conclusión, Mumford nos coloca ante dos fuerzas opuestas: una técnica y funcional y otra formal y simbólica. Incluimos una cita final, que nuevamente nos coloca ante el par arte–ciencia en la arquitectura:
El arquitecto podrá calcular el número de metros cúbicos de espacio necesarios para suministrar aire suficiente a un millar de personas (…) y con la ayuda de la ciencia exacta de la acústica (…) quizá proyecte un salón que permita a todos los asistentes oír con el máximo de claridad cada uno de los sonidos (…)
Pero una vez hechos sus cálculos, debe sopesarlos todavía con otras consideraciones relacionadas con el efecto del espacio y la forma sobre el alma humana.(Mumford, 1958: 98).
Arte y técnica muchas veces se confrontan, pero también si son bien asumidas son capaces de alcanzar algo importante.
(1) Otros dos textos de Mumford que tratan de la técnica son: Técnica y civilización (1971) (“Technics and civilization”, 1934) y La cultura de las ciudades (1957) (“The culture of the cities”, 1945).
Mumford, Lewis. 1958. Arte y técnica. Buenos Aires, Nueva Visión.
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