A veces confundimos lo que un
objeto es con lo que un objeto tiene. Ejemplo de esto es cuando decimos que el
ser humano es fundamentalmente agua. Parece una contundente afirmación
científica, cuando en realidad es una idea bastante grosera. Lo que tenemos no
nos define. Tampoco nos define una parte de lo que somos. Hermann Hesse ilustra
esto cuando critica expresiones que son sólo verdades a medias. Por caso esta:
“La tierra es un planeta en el que hay pulgas.” (Hesse, 2008: 64). Luego
agrega: Ese tipo de verdades son la
quintaesencia de toda falsificación y mentira.” (Hesse, 2008: 64).
Fundamentalmente, estos
procedimientos pretenden definir clasificando. Maneras útiles cuando se trata
de objetos simples y naturales, pero poco efectiva y realista cuando tratamos
con las creaciones del hombre, aquellas más ricas y complejas, como es el caso
de la arquitectura. Entender al planeta tierra como lugar de vida de las pulgas
es tan rudimentario como decir que la arquitectura es el hecho físico; el
edificio.
Por otra parte, somos
expertos colocando a los objetos de estudio en gavetas. Así los encerramos y
capturamos. Hay mucho espíritu científico en esto. La tabla de los elementos es
ejemplo de ello. Sin embargo, también sucede que vistos en aprietos ponemos a
los objetos en diferentes gavetas.
Cuando se trata de pensar
qué tipo de actividad es la arquitectura, suele suceder que queremos incluirla
o bien en el mundo de la ciencia o bien en el arte. Este tema lo he elaborado
en diversas investigaciones y frecuentemente en este blog.
Por un lado se trata de
definir la arquitectura a través de lo que esta con-tiene y por otra se trata
de engavetar la arquitectura en algún espacio en donde quede bien guardada.
La arquitectura no es
ciencia
Digo
ciencia en el sentido de aquella actividad que se hace preguntas muy
específicas acerca de algo, y se dedica –con la razón, con los experimentos y
con la lógica- a contestar esas preguntas.
La
arquitectura y su actividad central –el proyecto- no se hace preguntas. Hace
proposiciones para determinada obra a futuro. Y en lo esencial en la práctica
de la arquitectura no se investiga. Por supuesto que me refiero aquí a la
arquitectura en cuanto a proyecto. Si se quiere estudiar la arquitectura,
perfectamente puede hacerse en el marco teórico y metodológico de las ciencias.
Más adelante retomo este asunto.
Muchos
arquitectos de la actualidad provienen de formaciones universitarias. Y la
universidad impone. Pero si retrocedemos apenas un poco en la historia,
recordamos el caso de Le Corbusier, quien no realizó estudios formales de
arquitectura, y se formó fundamentalmente a través del trabajo en los estudios
de Perrett y Behrens y de los viajes exploratorios por Europa y África. El caso
de Mies van der Rohe es similar. Su familia era propietaria de un
negocio-taller de cantería (Neumeyer, 2000. 10). Su educación formal se reduce
a dos años transcurridos en una Escuela de Artes y Oficios, entre 1897 1899
(Ídem). Coincide con Le Corbusier en el estudio de Behrens. Eran dos jóvenes de
veinte y tantos años.
Fueron
arquitectos con escasa formación científica, pero con una probada experiencia
práctica y con un conocimiento seguramente racional pero no científico de las
arquitecturas del pasado y de los problemas que enfrentaban.
En
arquitectura y proyecto usamos la razón, el experimento y la lógica. Pero no
compartimos los métodos tradicionales de las diversas ciencias. La arquitectura
ni siquiera tiene un método que pueda ser universal, aunque algunos se hayan
empeñado vanamente en ello. La arquitectura sí tiene una forma de trabajo tradicional: el
esbozo de la idea, los planos de desarrollo, la elaboración de modelos y otros.
Joao Rodolfo Stroeter dice que el método de trabajo de la arquitectura está
asociado al dibujo. Tan simple como eso.
En
ciencia se aprende a resolver ciertos problemas: ecuaciones, cálculos de
esfuerzos de estructuras. En arquitectura no se aprende, se practica. Igual que
en el futbol o en la danza. Haciendo memoria, recuerdo una entrevista reciente
al cineasta alemán Werner Herzog. El sostiene que lo que se requiere aprender
en las aulas universitarias acerca del cine se puede hacer en cinco meses.
Sugiere que luego el aprendiz se dedique a hacer películas.
En
conclusión: el estudio y la investigación ni son suficientes ni, por sí solos,
permiten desarrollar el proyecto arquitectónico. El proyecto requiere de una
aproximación que tiene dos características básicas: vislumbra una totalidad y propone.
Y por supuesto, experiencia y tiempo cuentan como valores de maduración.
Pero
es importante aclarar algo. Dijimos que la arquitectura no hace preguntas y en
lo esencial es actividad que propone. Ahora bien, pensemos en aquellos que se
quieren dedicar a realizar estudios universitarios de arquitectura. Además de
la práctica propositiva del proyecto, seguramente serán obligados a realizar
ciertos estudios teóricos. Así, en segundo término aparece esta actividad. Que
esos estudios sean fundamentales y muy estructurados -científicos- no significa
que sea ciencia la actividad esencial de origen. Es decir, que estudiemos
científicamente a la arquitectura (como debe hacerse hoy en día) no significa
que la arquitectura sea científica. Y por mucho que hagamos que el proyecto
con-tenga variables científicas esto no implica que el proyecto como operación
sea ciencia.
Voy
ahora con algunas ideas acerca de la inclusión de la arquitectura en dos
gavetas muy conocidas: arte y ciencia.
La
arquitectura no es arte
Al
tratar los asuntos del arte, John Hospers distingue dos funciones de los
objetos: práctica y estética (Beardseley y Hospers, 1990. 115). La segunda es
la que atañe y así mismo identifica al arte. Automóviles, vasos, cestas,
floreros son objetos útiles que podemos observar estéticamente, aunque estén
determinados por esa primera función práctica. Para este autor la arquitectura puede
ser considerada objeto útil u objeto estético.
A la función
estética del arte se puede añadir que en la obra artística la función no es
necesaria: en la música no lo es. Ni es necesaria en la literatura. En cambio,
la arquitectura construye nuestras moradas, absolutamente necesarias para los
humanos como especie.
De este modo, es difícil
incluir a la arquitectura en las artes entendiendo que en estas la función
estética es la primordial.
Si
se quiere incluir a la arquitectura en las artes como se ha hecho
convencionalmente en los textos de historia no hay nada que objetar. Sin
embargo, parece conveniente destacar ese doble papel funcional y estético que
la arquitectura implica. Esta condición no existe en otras actividades
artísticas. En cambio, en arquitectura, ambas funciones son esenciales.
Lo que la arquitectura
con-tiene, lo que es
La
arquitectura con-tiene arte, en la medida que implica el trabajo de un
proyectista que firma la obra, un autor. Las artes tienen autores: Vivaldi,
Beethoven, Picasso. Igualmente, la arquitectura tiene autores: Palladio,
Schinckel, Le Corbusier.
La arquitectura
con-tiene diversas ciencias, en todas las ingenierías y tecnologías aplicadas,
en los estudios económicos, sociológicos y ambientales que puede incluir en el
proyecto.
Sin
embargo, lo que la arquitectura puede con-tener no determina lo que la arquitectura
puede ser.
Intentaré
ahora esbozar una definición de arquitectura.
Lo
haré en forma distinta a cómo se suele definir en las ciencias. Es decir, no lo
haré a través de propuestas lógicas y racionales, ni definiendo métodos y
campos de estudio. Lo haré recurriendo a esa instancia que justamente Karl Popper
señalaba que fue desdeñada por el espíritu científico moderno. Obviamente me
refiero a la tradición.
La
arquitectura es una tradición sobre el construir que alternativamente la recrea,
la respeta o la cuestiona. La arquitectura es re-creación de decisiones y
formas de construir, integrando y considerando tecnología y cultura.
¿Y
cómo hace eso?
La
arquitectura implica una forma de pensamiento. Eso está implícito en esa
tradición. Por supuesto es cambiante, pero es así mismo reconocible aunque
probablemente no se puede definir. Es difícil ponerlo en palabras, pero es fácil
reconocerlo si vemos obras de arquitectura, si las comparamos y nos volvemos
participes de esas formas de pensar.
La
arquitectura es así una segunda naturaleza, una naturaleza artificial
–construida por el hombre- a diferenciarse de la natural.
Repito:
esa tradición atiende a tecnología y cultura. Para el caso de la arquitectura contemporánea
será entonces tecnología y cultura contemporánea.
Ese
es el reto permanente de la arquitectura: la construcción de esa segunda
naturaleza a hacer por el hombre libre y pensante, recreando una tradición que
le pertenece.
Para
terminar, Incluyo dos dibujos y dos fotografías de una magnífica obra, una que
por sí sola enseña muchas cosas acerca de lo que estoy comentando. Se trata del
Museo Kimbell, en Fort Worth, Texas, de Louis Kahn con la
participación del ingeniero Auguste Komendant. Las imágenes recrean lo
comentado en el texto: el croquis
de autor como condición artística, la ingeniería con-tenida en la arquitectura y al final la obra: esplendida, única.
Referencias consultadas
- Beardsley, Monroe
y Hospers, John. 1990. Estética. Madrid,
Cátedra.
- Hesse, Hermann. 2008. Lecturas para minutos 1. Madrid, Alianza
Editorial.
-Komendant, Auguste. 2000. 18 años con el arquitecto Louis I. Kahn.
A Coruña, Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia.(las cuatro imágenes incluidas provienen de este texto. Páginas: 183, 187, 194,196).
- Neumeyer, Fritz. 2000. Mies van der Rohe. Barcelona, Gustavo
Gili.
"La arquitectura es una tradición sobre el construir que alternativamente la recrea, la respeta o la cuestiona. La arquitectura es re-creación de decisiones y formas de construir, integrando y considerando tecnología y cultura."
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