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UNA ENTREVISTA A MONEO (02-VIII-2016)

La entrevista de la que reproducimos el inicio es la primera que acompaña un ejemplar de El Croquis dedicado a Rafael Moneo (1937). Así comienza:

 Las obras que presentamos parecen carecer de un 'estilo' personal que las ligue. ¿Cree que ello responde únicamente a una cuestión de lenguaje? ¿Considera su arquitectura la propia de un ecléctico?

 Y así responde Moneo:

En primer lugar hay que decir que las obras pueden ser personales sin que tengan un 'estilo' personal. Cada uno de los proyectos que aquí se publican es una respuesta personal a situaciones, lugares y programas muy diversos. Mi preocupación primera, cuando comienzo a estudiar un nuevo proyecto, es identificar con claridad cómo la 'disciplina' que practicamos, la arquitectura, puede contribuir a resolver el problema que hay implícito en toda construcción, por simple que ésta sea.

Saber, dicho con otras palabras, qué puede hacer un arquitecto con la disciplina de que se sirve para clarificar una determinada situación, dar sentido a un lugar o satisfacer un programa, lo que implica la adecuada elección del tono a que ha de someterse su trabajo, para no caer ni en los excesos ni en los errores a que llevan una mala interpretación de los encargos. Esto me parece mucho mejor que el acudir a resolver un problema de arquitectura con la obsesión del manejo de un
determinado estilo.

Por ello, si de lo que' se trataba era de preguntarme si me acerco a un trabajo sin prejuicios acerca del estilo, sin un partido tomado con respecto al lenguaje que vaya emplear, mi respuesta es afirmativa: procuro prescindir de cualquier a priori estilístico cuando comienzo a trabajar en un proyecto. Pero, ya que habéis mencionado la palabra 'estilo', me gustaría decir que, si bien el concepto 'estilo' ha mostrado ser de extrema utilidad para el estudio de la historia del arte, no debe, en mi opinión, reducirse el problema en el que hoy se encuentra inmersa la arquitectura a una cuestión de estilo.

Entiendo que se mire con nostalgia a los años de entreguerras, cuando la fe en un nuevo estilo ecuménico y universal parecía asegurar una nueva etapa en la vida de la humanidad, pero no creo que el presente que conocemos nos permita pensar de igual modo.

 

Hoy las esperanzas de acuñar un estilo ecuménico y universal, de forjar un lenguaje único y exclusivo que acabe de una vez por todas con la Babel en la que vivimos, se han desvanecido. Cada vez se hace más evidente que el mundo es plural, diverso y multiforme, y que hemos de aceptar esta realidad como principio primero y básico. Pero, y aunque después de lo dicho se comprenderá que el término ecléctico haya perdido en buena medida las connotaciones peyorativas que lo caracterizaban cuando se aplicaba a los arquitectos victorianos, no creo que sea, en lo que tiene de fluctuante y alternativo, el más adecuado para mi trabajo en el que, yo al menos así lo veo, ha habido siempre una clara continuidad.

Me gustaría que se pudiese hablar de una arquitectura densa, no inmediata, bien hecha, y si todo esto se consiguiese sin perder una cierta frescura y conservando el aroma de lo que fue el primer contacto con la realidad sobre la que se trabaja, mejor que mejor. Comprendo que ésta es una meta poco menos que imposible, difícilmente lcanzable. Y, sin embargo, algunos han llegado: el arquitecto del Erecteion, por ejemplo.

 Y aquí va mi comentario.

 Es inevitable. Cada vez que leemos a Rafael Moneo tenemos la certeza de que este arquitecto español señala ideas importantes.

Y esto sucede porque Moneo se aparta de habituales convenciones que inundan la cultura arquitectónica. Así, cuando habla del lugar nos dice que no hay obra que se instale en un sitio sin ejercer cierta violencia o; en otra ocasión, cuando señala que la arbitrariedad es una constante en el hacer arquitectura.

La primera pregunta que le hacen en una entrevista de 1985 parte del supuesto de que su obra no es unitaria. Es antes que nada el fruto de la obra de un ecléctico.
¿Cómo responde Moneo?

La cuestión del estilo es una suerte de fijación, un a priori del que se zafa. El proyecto –arquitectura nueva- se alimenta de la propia arquitectura, de las condiciones del programa y de las determinantes del lugar.

El arquitecto y su consciencia no desparecen. Toma decisiones, pero una fundamental para Moneo es la de no fijar la forma de antemano. Ese es su sello personal. Sello de método y no sello de marca.  

Luego contextualiza la noción de estilo. Fue útil para la historia tradicional para encapsular categorías –gótico, renacimiento, barroco- y fue un instrumento que copó las formas de la arquitectura de entreguerras, aunque se pretendía eludir el sello estilístico.

Como comentario adicional, vale la pena recordar El Escorial o la Catedral de Santiago de Compostela, edificios emblemáticos de la arquitectura española que difícilmente podemos encapsular en los estilos históricos convencionales. Al señalar esto, queremos acentuar el carácter español de Moneo.

Finalmente, Moneo reivindica la arquitectura no inmediata.

Y nos preguntamos ¿Qué es esto?

Escuchando sus palabras y viendo lo que hace en sus obras podemos aventurar que Moneo apunta hacia una arquitectura de larga duración despojada de la verborrea circunstancial, pero también capaz de ofrecer alguna respuesta que nos inquiete, que nos ponga a pensar.

Al final del texto que reproducimos Moneo recuerda al Erecteion, ese curioso templo clásico con tres pórticos, sin basamento, posado en diversos niveles y con columnatas de diferentes alturas. Sin embargo, aun con todos estos desperfectos, el templo se erige como obra clásica.   

Es el mismo temple de obras como el Museo de Arte Romano de Mérida (1980-85) o el Kursaal de San Sebastián (1990-1999).
(Primavera spring 1985”. Entrevista a cargo de Fernando Márquez y Richard Levene. (2004). Rafael Moneo 1967 2004 El Croquis. Madrid, El Croquis Editorial)
 
 Erecteion (421-406 a C.) Atribuido a Filocles

 Museo de Arte Romano de Mérida (1980-85). Rafael Moneo.
Auditorios Kursaal. San Sebastián (1990-99). Rafael Moneo.
 
 
 
 
 
 




 

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