En
ciencia, se aspira que las respuestas perduren en el tiempo. Ellas tienen una
duración, aquella determinada por su vigencia y efectividad. Una mejor
respuesta, una más comprehensiva, sustituye a la anterior. La sustitución de
una respuesta por otra está determinada científicamente; por su validez
(racionalidad, veracidad, coherencia teórica).
En
el mundo de la arquitectura, al igual que en el arte, lo que tiene duración en
el tiempo son las preguntas, los temas de proyecto y las obras. Un caso: la
relación entre estructura y acabado. Este aspecto particular es resuelto muchas
veces de diversas maneras y ninguna respuesta se impone sobre otras. Los
problemas son permanentes y si bien ciertas respuestas adquieren más prestigio
que otras, ninguna arquitectura y ninguna teoría es superior a otra. Lo mismo
que sucede con la historia. La edad media puede haber sido interpretada en una
forma en el siglo XVIII y en otra en el siglo XXI. Ninguna de las
interpretaciones es mejor que otra. El problema de la relación estructura-acabado
es permanente y no hay –de antemano- una respuesta mejor que otra.
Sobre
lo anterior propongo un esquema y desenlace. Para la ciencia y su filosofía es tarea
fundamental el análisis de la efectividad de las respuestas. ¿Cómo se llega a
ellas? ¿Se pueden encontrar caminos para promover y adelantar la búsqueda de
mejores respuestas? En cambio, como tarea fundamental de la teoría de la
arquitectura se impone como objetivo natural la indagación permanente de los
temas vinculados con el proyecto y aquellos asuntos históricos y culturales
implícitos en las propias obras.
Si
esto es así, que creo que lo es, la tarea de la teoría de la arquitectura sería
la de descartar todo intento de respuesta definitiva (una de las manías de los
teóricos cientificistas). Toca más bien indagar en la variabilidad de las respuestas.
Digamos que la tarea aquí no es la de encontrar lo único sino lo diverso. Luego
toca reflexionar sobre ello y extraer algunas conclusiones siempre temporales.
Si
se quiere universalidad, tendremos que viajar imaginariamente en el tiempo
hasta épocas de vigencia del clasicismo, y probablemente aun allí
encontraríamos respuestas distintas y permanentes búsquedas.
Ciencia
clama por una respuesta. La arquitectura muestra que hay infinidad de
respuestas. En ella las metas y finalidades varían permanentemente y de una
obra a otra. Vale no confundir.
Octavio
Paz dice que la excepción es el castigo para la ciencia y el premio para el
arte. Sin duda es así. Dicho de otra manera: en ciencia la regularidad es la
constante búsqueda. En arquitectura y arte la excepción y el preguntar es la
constante.
Y
en arquitectura lo que suele perdurar es la belleza de las obras.
Vaya una muestra en dos fotos: la Iglesia Evangélica Luterana (1954), ubicada en La Castellana, Caracas. Proyecto de Pedro Neuberger y Dirk Bornhorst.
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