Hay varias áreas de mi quehacer
en las que actúo cual pescador. Estoy atento a alguna presa de valor. Hablo de
tomas fotos y de descubrir libros interesantes. En uno y en otro caso, siempre
hay algo que me puede gratamente sorprender, aunque ya tengo 63 años de edad.
Hace unos días vi a un alumno con
el libro que le da título a este artículo. Lo hojeé. La experiencia fue rápida.
Y me di cuenta de que el libro vale la pena.
Hoy fui a la biblioteca de la
FAU, en donde gentilmente me atendieron Alfredo Montes y el pasante que cumple regularmente
con su trabajo (soy malo recordando nombres).
Me traje varios libros de la
biblioteca, entre ellos este de Rasmussen, arquitecto danés nacido en 1898. Fue
una figura importante. El libro fue editado originalmente por MIT en 1959.
Así comienza el libro, en un
primer capítulo cuyo título es “Observaciones básicas”:
Durante siglos, la arquitectura, la pintura y la escultura se han
denominado “Bellas Artes”. Esto quiere decir que son artes que se ocupan de “lo
bello” y que resultan atractivas a la vista, igual que la música resulta
atractiva para el oído. (Rasmussen, 2000: 15).
¡Qué idea tan básica, tan
sencilla y al mismo tiempo tan precisa!
He ojeado el libro con más calma.
Tiene estupendas fotos y comentarios breves y atinados. Doblemente buenos
entonces.
Algunos de los capítulos: Sólidos
y cavidades, Efectos de contraste, Planos de color, El ritmo, la textura… ¡La
luz natural!
¡Cuánto agradezco que un libro de
teoría de la arquitectura tenga un capítulo dedicado a la luz natural!
Las complicaciones y piruetas intelectuales
no caben en la arquitectura vista por los ojos de Rasmussen.
Es importante recordar que la
arquitectura tiene como meta ser bella.
Y quizás sea bueno olvidar
ciertos juegos intelectuales, por inútiles.
Este libro bien vale la pena. Ha sido la pesca de hoy y me dispongo a leerlo todo a la brevedad.
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