En
cuanto a historia y a tradición estamos organizados en dos bandos opuestos. Uno
no reconoce novedad alguna y remite toda novedad a la antigua sabiduría. Otros,
al contrario, están siempre vislumbrando novedades. Historia como eterno
retorno o historia como fuga hacia adelante.
A los
seguidores de la novedad les aburre Le Corbusier y no digamos Palladio o la
arquitectura de la antigua Roma. No ven nada de interesante allí, sólo algo que
pasó.
Aunque
ya son escasísimos, los clasicistas se aferran al pasado y lo glorifican. Todo
lo nuevo es banal y carece de valor.
Salgamos
de estas casillas del pensamiento simple y hagamos esta pregunta: ¿vale la pena
volver sobre el clasicismo?
Vamos
a repasar tres textos distintos y esbozaremos unas notas al respecto.
1-El
lenguaje clásico de John Summerson
Entre
mayo y julio de 1963 el profesor John Summerson dictó seis charlas sobre el
tema de la arquitectura clásica en la cadena radial BBC de Londres. Este primer
paso dio origen al texto El lenguaje clásico
de la arquitectura, un año después.
Summerson
no explica el clasicismo desde la distancia y desde fuera. Lo hace reconociendo
su carácter de tradición. Es un hilo conductor de arquitectos (Brunelleschi,
Palladio, Perret), de estilos históricos (Roma antigua, Renacimiento) y de
textos (Vitruvio, Alberti). Pero también de aspectos más concretos.
Summerson
se pregunta qué es un edificio clásico y así responde:
Un
edificio clásico es aquel cuyos elementos decorativos proceden directa o
indirectamente del vocabulario arquitectónico del mundo antiguo (Grecia y Roma),
del mundo clásico… estos elementos son fácilmente reconocibles; por ejemplo,
columnas de cinco variedades estándar aplicadas de modos también estándar;
maneras estándar de tratar los huecos, puertas y ventanas y remates, así como
series estándar de molduras aplicables a todas estas cosas. Pese a que todos
estos “estándares” se apartan continuamente del modelo ideal siguen siendo
identificables como tales en todos los edificios susceptibles de llamarse
clásicos en este sentido. (Summerson, 1978: 10).
En sentido estricto un edificio clásico es aquel que
utiliza órdenes clásicos. Sin embargo, la tradición clásica se forma también a
través de otras constantes, formalmente menos determinadas: el empleo de ejes,
la simetría, la repetición perfectamente modulada, el refuerzo masivo de la
esquina y la organización tripartita. En la arquitectura de Auguste Perret no
reconocemos el uso de ninguno de los órdenes clásicos, pero sí todos los rasgos
antes descritos, amén de columnas y pórticos perfectamente alineados.
Vamos a
hacer un comentario acerca del empleo del término estándar.
Lo encontramos escrito igual en una versión inglesa
del texto. (Methuen & Co. LTD), pero no en la versión italiana (Einaudi,
1970). En esta se emplean los términos modo
o elementos determinados. Estas
nos parecen más adecuadas en el contexto de la arquitectura clásica.
Mientras que el término estándar se asocia a un
patrón industrial y de la necesidad de hacer objetos conmensurables, el término
modo alude más bien al canon, un modelo o norma de características perfectas,
definición que encaja perfectamente con los ideales del clasicismo.
Summerson desarrolla temas diversos: los órdenes
como modelos teóricos desvinculados de los edificios, tipos de edificios (el
templo griego, los baños o termas, los templos de base circular), arquitectos
(Palladio y Miguel Angel) y variantes (los órdenes superpuestos o el orden
gigante).
En el clasicismo podemos reconocer rasgos y efectos.
Entre los primeros se pueden señalar los ya
descritos –simetría, ejes, modulación, repetición- mientras que los principales
efectos son la belleza y la armonía, valores asociados entre sí.
En el lenguaje clásico es posible reconocer un rasgo
de sistematicidad mediante el empleo de categorías formales enlazadas
conducentes a un mismo fin. Así:
La
finalidad de la arquitectura clásica ha sido siempre lograr una armonía
demostrable entre las partes…. una serie de teóricos han considerado también,
ya a un nivel más abstracto, que la armonía de una estructura, análoga según
ellos a la armonía musical, se consigue mediante las proporciones, es decir,
asegurando que las relaciones entre las diversas dimensiones de un edificio
sean funciones aritméticas simples… el propósito de las proporciones es
establecer una armonía en toda la estructura, una armonía que resulta
comprensible ya sea por el uso explícito de uno o más órdenes como elementos
dominantes, ya sea sencillamente por el empleo de dimensiones que entrañen la
repetición de relaciones numéricas simples. (Summerson, 1978: 11).
Sobre
esto último volveremos.
Del análisis de todos estos temas se deducen los rasgos del clasicismo
según la mirada de John Summerson.
La utilidad del texto consiste en que nos permite reconocer un lenguaje
arquitectónico y esa sutil forma de actuar de las tradiciones. Los actos
creativos y así mismo conservadores permitan la mutación y al mismo tiempo la
preservación.
Palazzo Chiericati (1550-1680).
Andrea Palladio
Andrea Palladio, el gran
creador de formas y recursos clásicos que se popularizaron por todo el mundo (recuperado el 17-02-2018: goo.gl/hKgS5J)
2-El clasicismo según Tzonis, Lefaivre y Bilodeau
El
libro El clasicismo en arquitectura de
Alexander Tzonis, Liane Lefaivre y Denis Bilodeau salió a la luz en 1984,
veinte años después del texto de Summerson.
El título hace honor al contenido pues
desentraña el contenido teórico ideal de la arquitectura clásica. Y lo hace
porque para los autores el clasicismo, lejos de ser una lengua muerta, es una
forma de entender el proyecto y el trabajo de proyectar como una forma de
“lucha por la consistencia” (Tzonis et. Alt.,
1984: 211).
El
texto lleva como subtítulo la poética del
orden.
La poética es esencialmente aquella de
Aristóteles, una propuesta intencionada para crear una obra completa como un
mundo, separada y precisa, total y única (Tzonis et. Alt., 1984: 14). El fin es
estético, pero se origina en la búsqueda del territorio incontaminado, de la
pureza y de la adivinación. La obra resultante no aspira únicamente a la
gratificación sensual; sino a conformarse en una invitación al pensamiento. Y
esto nos recuerda a William Curtis cuando nos dice si una obra nos obliga a
pensar en ella misma en su puro carácter de arquitectura, es allí en donde se
manifiesta esta última en todo su esplendor.
Si
Summerson se concentra en el hilo de la historia, los tres autores que ahora
consideramos dirigen su estudio al origen del clasicismo: la antigua cultura
griega.
Los griegos lograron identificar la expresión
pura y perfecta de la belleza. La identifican en la música y en la perfecta
armonía musical que se consigue con el empleo de las matemáticas. Este es el
hallazgo de Pitágoras: la armonía musical reside en simples y exactas
proporciones matemáticas.
Ideal
de belleza fundamentado en las matemáticas y en simples y exactas relaciones:
1:2, 1:3 y 1:5. De allí a la métrica de los órdenes hay sólo un paso.
El
orden (taxis en griego) es el marco referencial de toda arquitectura que aspire
al clasicismo. Así:
Emplearemos el término taxis para referirnos
al soporte o entramado normativo sobre el cual se han de disponer los diversos
miembros arquitectónicos de acuerdo con el uso tanto aristotélico como
vitruviano del término. Este entramado normativo es un sistema de líneas,
planos, ejes o superficies límites reguladoras que garantizan que la materia se
disponga por medio de leyes que aparentemente no sean contradictorias. (Tzonis et. alt., 1989: 16).
Este rasgo y aspiración del clasicismo arquitectónico permite a los
autores citados extraer algunas conclusiones relevantes:
-El principio de la arquitectura clásica es la poética del orden. Este
orden implica belleza y perfección del número –medida- y de su colocación
–proporción-.
-Las formas de lograr este ideal son muchas y variadas. En buena
medida esto se hizo a través de los órdenes clásicos. Debe decirse aquí que
cada empleo del orden clásico tiene su propia particularidad y sus propias
medidas, pero la tradición clásica se edificó resaltando las similitudes y los
puntos en común y no los aspectos particulares. Con esto, los autores del texto
deslastran al clasicismo del empleo de los órdenes clásicos. Así, “los cisnes y
los delfines, las guirnaldas, las alas, las antorchas, las volutas y las
esfinges pueden desmoronarse. La taxis
se conservará." (Tzonis et. alt., 1989: 20).
-Los autores concluyendo el texto destacan un significado y una misión
para el clasicismo. El clasicismo es rigor, es un mandato ideal del mundo de
las ideas sobre la materia y sobre la vida y las necesidades. La aspiración última
del clasicismo no es la de darnos abrigo físico, es la de darnos abrigo
espiritual.
-El Renacimiento fue calificado de torpe y terrible en su momento.
Igual sucedió con el Constructivismo y De Stijl. Todos han sido movimientos que
han luchado por el rigor y por arrancarnos del tedio de las costumbres y de lo
habitual.
He aquí el profundo carácter edificante del clasicismo. Destacar esta
lección es un mérito mayor del texto que hemos comentado.
Palazzo Farnese (1514-1589).
Antonio Sangallo y Miguel Angel
Una obra que rompe con
algunos moldes clásicos. Los órdenes apenas se emplean en las ventanas (recuperado el 17-02-2018: goo.gl/i4tKND)
3-El gran arte según Wright
La arquitectura clásica es esencialmente una tradición europea. En
arquitectos como Mies o Le Corbusier se reconocen las deudas y las aspiraciones
clásicas, aunque sabemos perfectamente de los aspectos novedosos de sus
arquitecturas.
El caso de Frank Lloyd Wright es diferente, pues rechazó de idea y de
hecho toda referencia proveniente de Europa. Su mundo y sus aspiraciones están
conectadas con el espíritu americano.
La idea que comentaremos proviene del texto El futuro de la arquitectura, publicado en 1953.
Wright realmente odiaba toda referencia de la arquitectura tradicional
europea y veía en el empleo de las convenciones académicas por parte de sus
colegas americanos una traición al ser americano.
En el texto que comentamos se puede reconocer a plenitud los rechazos
de Wright. En general toda la arquitectura clásica, de la cual ni siquiera
Miguel Angel se escapa. También podemos aproximarnos a los ideales de Wright:
una arquitectura para el nuevo continente y así mismo acorde a nuestro
tiempo.
El empleo del acero permite la posibilidad de un nuevo tipo de ventana
–en esquina-. En el lugar en donde la tradición suele acentuar el efecto de
masa, Wright nos propone que la materia desaparezca, permitiendo una nueva
libertad a la arquitectura.
Para Wright, industria y máquina son herramientas al servicio de la
arquitectura. No profesa admiración alguna por la prefabricación.
Las herramientas se funden con motivos creativos cuando son bien
empleadas. Así, el arte de la antigua Grecia encontró expresión en la
madreselva y en el acanto, el arte egipcio en el papiro y en el loto.
Los griegos extraen “de alguna planta la expresión de su carácter
nativo, en forma de piedra imperecedera” (Wright, 1978: 79). A esta
manifestación la denomina el gran arte, aquel en donde el significado vital de
la naturaleza se expresa en la estructura.
Para Wright, este hallazgo creativo es la estilización. Es un drama, el drama de la materia. Así:
…Cualquier artista, que desea usar a la flor
admirada para el capitel de piedra o el fuste de una columna, debe convencionalizarla
(estilizarla), o sea, debe encontrar la forma de su principio vital en términos
de piedra antes de poder usarla como rasgo de belleza en su
construcción..." (Ídem).
Lo descrito es la meta de todo arte en mayúsculas. Se anulan las
asperezas de la materia y los sacrificios del soporte estructural para dar paso
a un gran logro artístico y social.
Esto lo podemos reconocer en los antiguos templos griegos, en la
expresión escultórica de los órdenes
clásicos.
La primera
lectura de la arquitectura clásica (Summerson) es fundamentalmente descriptiva
e histórica. La segunda (Tzonis,
Lefaivre y Bilodeau) plantea
un reto intelectual; el rigor y el espíritu de orden de todo proyecto
arquitectónico. La última (Wright), la de aquel que se reconoce como más
distante de la tradición clásica expresa un alto vuelo poético.
El mayor reconocimiento al
clasicismo lo hemos encontrado en las palabras de Frank Lloyd Wright, un
arquitecto que se impuso a sí mismo el compromiso de romper con la tradición
arquitectónica europea. Aun así, reconoció el logro más alto que encierra el
clasicismo: la estilización de la materia inerte.
Es un logro al cual creemos
sigue valiendo la pena aspirar.
Johnson Wax (1836-39). Frank Lloyd Wright
Las columnas
de esta obra de Wright no guardan similitud alguna con los órdenes clásicos en
cuanto a su apariencia. En lo que sí coinciden es en el resultado, lo que
Wright llama estilización (recuperado el 17-02-2018: goo.gl/sVKZdL)
Bibliografía
Summerson,
John. 1964. The classical language of
architecture. London, Methuen & Co. LTD
Summerson,
John. 1978. Il linguaggio classico
dell´architettura. Torino, Einaudi.
Summerson, John.
1978. El lenguaje clásico de la arquitectura. Barcelona,
Gustavo Gili.
- Wright Frank Lloyd. 1978. El futuro de la arquitectura. Barcelona,
Poseidón.
-Ttzonis,A., Lefaivre, L. y Bilodeau, D. 1984. El clasicismo en arquitectura.
Madrid, Hermann Blume.
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