En uno de los
cursos que dicto este semestre nos dedicamos a la descripción de obras de arquitectura.
El tema es más complejo de lo que parece.
Muchas veces, el texto que describe una obra se complementa con imágenes: fotografías, planos y croquis.
La arquitectura se comunica empleando dos formas de lenguaje distintos. Uno es discursivo y, por lo tanto, secuencial. El otro es sintético.
Y se supone que en ambas formas de lenguaje se emplea un lenguaje especializado, en el que convergen técnica, ideología y cultura.
¿De qué se puede hablar cuando se habla de arquitectura? ¿Cómo debe hacerse?
Sólo esbozo algunas ideas iniciales. Y con estas se pueden adelantar algunas consideraciones:
2-Síntesis
El tema es más complejo de lo que parece.
Muchas veces, el texto que describe una obra se complementa con imágenes: fotografías, planos y croquis.
La arquitectura se comunica empleando dos formas de lenguaje distintos. Uno es discursivo y, por lo tanto, secuencial. El otro es sintético.
Y se supone que en ambas formas de lenguaje se emplea un lenguaje especializado, en el que convergen técnica, ideología y cultura.
¿De qué se puede hablar cuando se habla de arquitectura? ¿Cómo debe hacerse?
Sólo esbozo algunas ideas iniciales. Y con estas se pueden adelantar algunas consideraciones:
-Los términos
Se deben a nuestra lengua y se deben a la arquitectura. Eso es el deber ser. Pero nos encontramos muy seguido con un un océano de imprecisiones y vaguedades en las que navegamos o nos ahogamos. He aquí algunas palabras frecuentes y antipáticas (algunas creo atentan contra la lengua): referente, recedido y todas aquellas que convierten a sustantivos en acciones; balconear, geometrizar, accesar...
-El marco
cultural
Si no entendemos que detrás de cada término especializado hay un marco cultural variable sobre el que vale la pena reflexionar, podemos convertir nuestras palabras sobre arquitectura en un discurso vacío, sin contenido. Recuerdo una charla de un profesor norteamericano que afirmaba olímpicamente que Frank Ghery había acabado con la belleza y que en su lugar había colocado el "engagement". Más de dos mil años de tradición tirados de lado.
-Racionalizar
Si no entendemos que detrás de cada término especializado hay un marco cultural variable sobre el que vale la pena reflexionar, podemos convertir nuestras palabras sobre arquitectura en un discurso vacío, sin contenido. Recuerdo una charla de un profesor norteamericano que afirmaba olímpicamente que Frank Ghery había acabado con la belleza y que en su lugar había colocado el "engagement". Más de dos mil años de tradición tirados de lado.
-Racionalizar
El martes
compartía uno de los trabajos con mis estudiantes. Se trataba de la descripción
de la casa Can Lis, de Jørn Utzon
(1972). En una de las frases del trabajo leo una expresión tipo … aquí Utzon entendió muy bien el uso de los
materiales…
Creo que una
expresión de este tipo no es correcta y no aplica a la arquitectura.
Y no aplica por dos cosas. En primer lugar, lo que interesa es lo que el arquitecto hizo y no lo que el arquitecto entendió. Lo primero está a la vista y en el caso de la obra de Utzon casi siempre vale la pena que lo veamos. Lo que el arquitecto entendió no siempre lo sabemos y puede quedar por debajo de lo que hizo. En segundo lugar, se coloca al entendimiento por encima de otras capacidades. Y esta es una desviación racionalista que ha sido advertida por pensadores como como Hans-Georg Gadamer, Juan David García Bacca y Louis Kahn, entre otros.
Sigamos...
Para abrir la discusión, menciono ahora algunos de los atributos que empleamos en nuestro rico y complejo contacto con el mundo exterior: entendimiento, intuición, creencia y fe, propuesta, imaginación, voluntad de hacer. No todo es entender, también somos capaces de actuar gracias a otros atributos. ¿Cuáles de ellos empleamos con más frecuencia en la arquitectura?
Y no aplica por dos cosas. En primer lugar, lo que interesa es lo que el arquitecto hizo y no lo que el arquitecto entendió. Lo primero está a la vista y en el caso de la obra de Utzon casi siempre vale la pena que lo veamos. Lo que el arquitecto entendió no siempre lo sabemos y puede quedar por debajo de lo que hizo. En segundo lugar, se coloca al entendimiento por encima de otras capacidades. Y esta es una desviación racionalista que ha sido advertida por pensadores como como Hans-Georg Gadamer, Juan David García Bacca y Louis Kahn, entre otros.
Sigamos...
Para abrir la discusión, menciono ahora algunos de los atributos que empleamos en nuestro rico y complejo contacto con el mundo exterior: entendimiento, intuición, creencia y fe, propuesta, imaginación, voluntad de hacer. No todo es entender, también somos capaces de actuar gracias a otros atributos. ¿Cuáles de ellos empleamos con más frecuencia en la arquitectura?
Veamos ahora
cinco propuestas en torno al tema.
1-Entender y explicar
la arquitectura o describirla
¿Cómo se puede
explicar una variedad de obras –todas logradas- dedicadas a una misma función?
Digamos casa, y
nombremos algunas. La ya citada Can Lis,
la Ville Savoye, la Tugendhat, la Rotonda y por última aquella quimérica Falling Water. La sola intención de explicar cómo es que estas
obras tan diferentes puedan ser todas casas
ya es un reto que creo es muy difícil de superar. Y si nos aventuramos en este
camino, intentando descifrar y homologar programas o ciertas constantes en
cuanto a la escala de los espacios, estaremos diciendo poco o nada de estas
obras.
Parece que sólo
nos queda intentar describir los atributos arquitectónicos de cada una de
ellas. Puede parecer poco. Sin embargo, estaremos enrumbados a hacer lo que
corresponde. La arquitectura no es un problema intelectual autónomo ni un
problema puro de conocimiento.
Can Lis. Jørn Utzon (Recuperado el
17-V-2015
https://www.google.co.ve/search?q=can+lis&biw=1680&bih=935&source)
Falling Water. Frank Lloyd Wright (Recuperado el
17-V-2015
http://www.wright-house.com/frank-lloyd-wright/fallingwater-pictures/large-fallingwater-photos/high-resolution/falling-water-fall-house-L.jpg)
Entendimiento y
explicación son secuenciales y jerárquicos. Se aíslan ciertas variables y se
procede paso a paso. La arquitectura es diferente: no existe estructura por un
lado y forma por otra. No existe ingeniería separada de la arquitectura.
En la
modernidad, no es sustantivo que hayan aparecido nuevos materiales como el
concreto o el acero. Lo que sí es sustantivo es como en determinadas obras se
han empleado esos materiales.
Si miramos la
planta del Museo Kimbell, veremos una configuración que a primera vista nos
parece simple y hasta académica. Louis Kahn, es un arquitecto que le da un
vuelco esencial a la arquitectura moderna. Es capaz de poner en contacto –en
una misma obra- nuevos materiales y técnicas con formas puras enraizadas en la
tradición. Así, la simpleza no es tal.
Se ha hecho una
síntesis. Algunos preguntarán: ¿Con que tiene que ver esa nueva síntesis?
Respuesta: en lo fundamental con la propia obra.
Arquitectura,
proyecto y síntesis. Tres variables sin más referencias a otra cosa.
Museo Kimbell. Louis Kahn (Recuperado el
17-V-2015
https://bessandmatt.files.wordpress.com/2013/05/kimbell-1.jpg
3-En
arquitectura no hay problemas, hay conquistas
Las
explicaciones y los hallazgos tecno-científicos son respuestas a problemas
constantes. Un ejemplo de problema constante es el del origen del universo.
Cada nueva teoría, se aproxima con más efectividad a la realidad y resuelve
problemas que teorías anteriores arrastraban. Igual sucede con el campo de las
aplicaciones técnicas: el alumbrado eléctrico sucede al de gas.
Las obras de
arquitectura no superan a otras, ni ofrecen mejores soluciones en el tiempo. En
arquitectura, igual que en arte, no hay progreso. La capilla de Romchamp no es
un estado más avanzado que la arquitectura románica. Es una respuesta
diferente. Es una nueva conquista.
Lo que admiramos
en la capilla de Romchamp es algo que depende sólo de su arquitectura, de las particulares
respuestas de diseño que reconocemos y admiramos.
Los hitos
históricos de la arquitectura son las grandes obras. Una vez que aparecen se
instalan en la tradición. Pueden olvidarse por un tiempo y luego regresan a
nuestras conciencias, renovadas.
Capilla de Romchamp. Le Corbusier (Foto: Luis Polito)
4-No se habla de
arquitectura hasta que no se habla del proyecto
En
arquitectura, lo singular se impone sobre lo general. Dijo Kahn: no hay arquitectura, sólo hay obras de
arquitectura. Quizás se refería a esto. Y es correcto afirmar entonces que
no hay una teoría de la arquitectura, una disciplina que la contenga y que la
explique.
La obra de
arquitectura es fundamental, y lo esencial en ella es el proyecto. Hablar de él
es hablar de unas condiciones: programa, cliente, terreno y otras cosas más.
Pero, como ya señalamos, lo esencial en el proyecto no son las condiciones sino
el tratamiento de esas condiciones y la transformación de esas condiciones en
atributo arquitectónico en pleno.
¿Cómo se puede
hacer una plaza que remata una avenida, que se ubica en un lugar con un marcado
desnivel entra la parte baja y el remate natural que es la iglesia que está en
lo más alto?
No se responder
este pregunta en abstracto, pero se me ocurre pensar en la Piazza Spagna en Roma. Es una plaza que es una escalera, y es una
escalera que siendo plaza comunica dos calles a diferente nivel.
Solo puedo
escribir lo que escribo pensando en la Piazza
Spagna. Sin esta pieza, mis palabras son una incongruencia.
Piazza Spagna, Roma (Recuperado
el 17-V-2015
https://www.google.co.ve/search?tbm=isch&q=PIAZZA+SPAGNA&spell)
5-El proyecto
diluye la noción de causa-efecto
Si el proyecto
de arquitectura obedeciese estrictamente a sus causas la arquitectura pudiera ser una ciencia, y nos tocaría
explicar los problemas y las soluciones así como las teorías, unas más
efectivas que otras.
Pero, como hemos
visto, esto no es así. El proyecto incorpora algo nuevo. El proyecto engulle al
problema, lo digiere y lo transforma en otra cosa. Por lo tanto, el problema
desaparece.
El paso del aire
a través de superficies tamizadas de luz en lugar de la abertura neta o la
pared pueden pensarse como solución a la
ventilación cruzada. Pero cuando recorremos los corredores de la Ciudad
Universitaria de Caracas lo que nos atrae es ese fantástico juego de luces y
sombras que genera el empleo de esas superficies de bloques calados que
Villanueva va empleando en diversos formatos y posiciones. Si alguna vez hubo
una causa, la obra la ha hecho desparecer. Ahora, todo es arquitectura.
Cuando
recorremos los espacios de la Ciudad Universitaria de Caracas reconocemos que
hay maestría y nos cuesta explicarla. Identificamos también que se ha hecho
mucho con poco (una de las virtudes de la obra sintética), que lo que vemos es
siempre novedoso y que todas las virtudes que reconocemos están solo allí; en
esa obra que no podemos ni catalogar ni explicar.
Cuando esto se
ha hecho –explicar- se han traicionado los valores fundamentales de la obra.
Para concluir: es
inevitable hablar de arquitectura y creo que es un ejercicio provechoso.
Lo importante es
hacerlo colocándolos unos lentes adecuados a ella.
Con los que se
usan en otras disciplinas podemos distorsionar la imagen final. Y esto no es
justo.
Ciudad Universitaria de Caracas. Carlos Raúl Villanueva (Foto: Luis Polito)
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