Con este artículo, abro una nueva etiqueta, una que desde hace tiempo quería incorporar al blog. La he llamado DE LECTURAS. Este nuevo compartimiento estará dedicado a los libros que voy leyendo y a algunos pasajes, citas y/o reflexiones que surgen a partir de esas lecturas.
A veces sucede que leo, otras veces releo. Y esta publicación corresponde al segundo caso.
Se trata de Tiempo nublado de Octavio Paz, libro que adquirí usado en la Librería Minerva de La Florida, hace ya varios años. En esa ocasión también me apropié de El ogro filántropico, suerte de par de este que hoy comento.
Son ensayos históricos de largo alcance. Corresponden a los años setenta y ochenta del siglo XX.
Vamos entonces con Octavio Paz. Y este es el título que propongo:
LOS INTELECTUALES MARXISTAS. LOS CRUZADOS DE LA ERA MODERNA
En su
origen, el neotomismo fue un pensamiento destinado a defender a la ortodoxia de
las herejías luteranas y calvinistas, que fueron las primeras expresiones de la
modernidad. A diferencia de las otras tendencias filosóficas de esa época, no
fue un método de exploración de lo desconocido sino un sistema para defender lo
conocido y lo establecido. La Edad Moderna comienza con la crítica de los
primeros principios; la neoescolástica se propuso defender esos principios y
demostrar su carácter necesario, eterno e intocable. Aunque en el siglo XVIII esta filosofía se desvaneció en
el horizonte intelectual de América Latina, las actitudes y los hábitos que le
eran consustanciales han persistido hasta nuestros días. Nuestros intelectuales
han abrazado sucesivamente el liberalismo, el positivismo y ahora el
marxismo-leninismo: sin embargo, en casi todos ellos, sin distinción de
filosofías, no es difícil advertir, ocultas pero vivas, las actitudes
psicológicas y morales de los antiguos campeones de la neoescolástica.
Paradójica modernidad: las ideas son de hoy, las actitudes de ayer. Sus abuelos
juraban en nombre de Santo Tomás, ellos en el de Marx, pero para unos y otros
la razón es un arma al servicio de una verdad con mayúscula. La misión del
intelectual es defenderla. Tienen una idea polémica y combatiente de la cultura
y del pensamiento: son cruzados. Así se ha perpetuado en nuestras tierras una
tradición intelectual poco respetuosa de la opinión ajena, que prefiere las
ideas a la realidad y los sistemas intelectuales a la crítica de los
sistemas. (Octavio Paz (1983). Tiempo
nublado. Barcelona, Seix Barral, p. 166).
Para desentrañar lo que hoy somos, Paz se remonta a
nuestras raíces, a esos rasgos culturales que nos marcan como personas y como
sociedades.
Las reflexiones de Paz son brillantes y al mismo tiempo
humildes. Con esto, consigue una conexión con las fibras humanas más profundas.
En una de las secciones del libro relata una suerte de
diálogo en sueño entre él y un diablo. Este último le hace ver que los dos
grandes imperios –el soviético y el americano- encarnan dos diablos. El primero
pretende que la humanidad salte el cielo con millones y millones de fanáticos
rebeldes (Paz, 1983: 134) y el segundo pretende que el infierno se vuelva
habitable a través del trabajo, de la industria y del comercio.
Paradójico y lamentable.
En ambos casos se respira el aire religioso, ese afán de salvación
que se acerca fatídicamente a la condena.
En otras partes del libro, Paz afirma que democracia y
modernización son consustanciales. Los intentos por llegar a cualquiera de
ellas por el camino de la otra han sido experiencias fracasadas.
Al mismo tiempo afirma que en países como México historia
y tradición tienen que ser incorporadas como agentes culturales.
En el caso del texto que reproducimos esa tradición es
una conducta, una energía que Paz somete a crítica.
Así, señala a aquellos intelectuales que amparados en el
marxismo se apropian del proyecto moderno y emancipador. Sin embargo, actúan
bajo una profunda contradicción. Son unos cruzados,
combatientes que se creen predestinados a salvar a la humanidad sometiendo y en
muchos casos asesinando a aquellos que no comparten su única razón.
Son los portadores de ideas nuevas regidas por los
comportamientos jerárquicos y dominantes que paradójicamente la modernidad debe
superar.
Y una de las cosas que un autor como Paz nos hace ver es
que filosofía y economía no pueden aislarse de la consideración de la humanidad
como un todo, con lo que tenemos de racionalidad y de creencias, de claridad y
oscuridad, de bondad y maldad.
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