A todos nos gusta imaginar que el
arte pueda surgir de la nada y que nos pueda conmover más que nada que hayamos
visto o leído con anterioridad. La gran verdad es que todo –cada cuadro, cada
película, cada obra de teatro, cada canción- proviene de algo que le precede.
Es una cadena de respuestas humanas. La belleza del arte y el poder del arte
están en que no se puede mecanizar o estandarizar.
Debe ser un intercambio humano,
que se transmite de unas manos a otras; todo lo demás, no es arte. Es
eternamente antiguo y nuevo al mismo tiempo, ya que siempre hay jóvenes
artistas que oyen y ven obras que les han precedido, inspirándose y creando
algo propio a partir de lo que han asimilado.
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