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El 30 de mayo de este año 2023 celebramos el aniversario 123 del nacimiento del maestro Carlos Raúl Villanueva. Desde 2018, en ocasiones similares, ya he hablado de la obra y pensamiento del maestro. Lo hago siempre con mucho entusiasmo. El asunto Villanueva lo abordo con total libertad, alejado ya de las tareas docentes formales. Casi siempre me propongo no repetir lo antes dicho. Intento hablar de arquitectura, de ideas de arquitectura. Al hacer esto, eludo categorías y adjetivos manidos.

Este año nos reunimos en Caoma, su casa. Impecablemente preservada por la Fundación Villanueva, a cuya cabeza está Paulina, hija de Villanueva y también ella arquitecta. El evento lo organizó Plataforma Gremial, grupo presidido por el arquitecto Roberto Asiso. Paulina y yo compartimos algunas reflexiones. Luego escuchamos al Doctor Francisco Pimentel, quien presentó su propuesta de creación de la Cátedra Carlos Raúl Villanueva.

Mi intervención trató tres temas concatenados: Villanueva, la arquitectura moderna y la historia de la arquitectura moderna.

Arquitectura Moderna y Estilo Internacional

Categorías asociadas aunque distintas. La arquitectura moderna significa un tiempo, pero sobre todo un nuevo espíritu. No se trata de nuevas formas o de un estilo inédito. Es una nueva manera de abordar la arquitectura. El arquitecto moderno no obedece a tradiciones, a escuelas y estilos conocidos. Proyectando, responde a los tantísimos requerimientos de la vida moderna, en cuanto a técnica, cultura y progreso.

Esta búsqueda, incipiente en el siglo XIX, estalla sobre todo en la primera mitad del siglo XX. Lo hace en muchas formas, con ideas distintas y muchas veces opuestas. Más que fórmulas, propone problemas y caminos.

Durante la década de los 30 del siglo XX algunas propuestas se unificaron en cuanto a forma y apariencias. Es allí en donde surge el Estilo Internacional, título de una exposición y catálogo del Museum of Modern Art, a cargo de Philip Johnson y Henry-Russell Hitchcock, en 1932.

En el momento de eclosión de ideas vanguardistas y sustanciales reaparece la vieja noción de estilo, descrito por los ya citados como efecto de volumen y de planos que lo delimitan. Kenneth Frampton habla aquí de una ¨modalidad cubista¨ de arquitectura (Frampton, 1987: 252).

Una obra clave asociada a este movimiento es la Ville Savoye (1929) de Le Corbusier. Es la mejor expresión de las palabras de su autor: la arquitectura es el juego de volúmenes bajo la luz del sol. Esta obra ha sido fotografiada millones de veces, mostrando siempre su volumen puro en escorzo, enfatizando las superficies blancas de sus fachadas.

Con lo que he descrito queda abierta la cuestión de la oposición entre las raíces profundas de la arquitectura moderna y la mirada inmediata y superficial a las apariencias. Sustancia versus estilo. Ambas, son cualidades de la Ville Savoye. Queda entonces reconocer con que nos quedamos: con las raíces o con la apariencia.  

Hablamos ahora de Caoma (1952), la casa de Villanueva.

Si damos una vista rápida a su exterior comprobaremos su modalidad cubista, sus efectos plásticos abstractos, sus paredes blancas y el techo plano. Para algunos lectores, es una expresión más de Estilo Internacional. Tal asociación me resulta forzada y creo que nos aleja de un análisis adecuado.

En primer lugar debe decirse que esta obra calza naturalmente en la parcela que ocupa. No creo que Villanueva sea un arquitecto que descuida las apariencias. Pero estas no son lo importante aquí. Las dos fachadas laterales son prácticamente invisibles. Por un lado no hay espacio para verlas. Por el otro, el arquitecto se ha ocupado de otras cosas. La fachada oeste, la del fondo, también resulta visualmente inexistente debido al exuberante jardín que la antecede. Árboles grandes y pequeños ocultan la arquitectura. Queda la fachada principal, hermética y descompuesta en varios volúmenes que se adosan y superponen. Nada de juego de volumen a la luz del sol. Nada de Estilo Internacional.

Villanueva aquí, como en muchas de sus obras más notables, se revela como un arquitecto de espíritu moderno, ajeno eso sí a dogmas y a manejos estilísticos. Prueba de esto es el contraste que presenta una planta baja en la que los espacios sociales se integran y superponen para lograr un magnífico efecto final. En la planta alta -de dormitorios- todo es función, circulación y privacidad. Arquitectura hecha a partir del programa y de las posibilidades del clima y del lugar. Nunca arquitectura preocupada por efectos formales de superficie. Sin preocupación alguna por la coherencia de estilo o de principios.  

Ville Savoye y Caoma son obras modernas en pleno. La primera calza perfectamente en el guante del Estilo Internacional. La segunda rehúye etiquetas y nos invita a pensar y a disfrutar de valores de arquitectura sin necesidad de etiquetas.  

El historiador del arte Heinrich Wölfflin (1864-1945) es considerado un formalista. Sus relatos se concentran en el análisis formal, dejando de lado los nombres propios. Desplaza el centro del discurso histórico y fue criticado por ello, aunque creo su enfoque resulta aun hoy muy meritorio. La importancia de Wölfflin es la de haber criticado formas habituales de abordar la historia, proponiendo una nueva mirada. Desde Venezuela, debemos intentar ese camino. No haremos nunca una historia de la arquitectura propositiva si antes no abandonamos las improntas estilísticas. 

 Ville Savoye (1929). Le Corbusier https://tinyurl.com/bd4698yv        



   Caoma (1952). C R Villanueva (foto Luis Polito)

 Villanueva y Mies

Sigo con Caoma. Y hablaré también del Pabellon de Barcelona (1929) y de la casa Farnsworth (1946-51), obras magnas del arquitecto alemán. El Pabellón no es una casa pero tiene la escala de una. Allí nació la silla Barcelona, ícono del mobiliario moderno. Las mismas butacas las encontramos en la casa Farnsworth.

Me voy a referir a la posición de las butacas en los espacios sociales de estas obras. Las obras de Mies son emblema de espacio fluido y también de conexión entre interior y exterior. El interior del Pabellón es más recogido. En la casa Farnsworth tenemos un envoltorio radical. Es un prisma rectangular delimitado por cuatro fachadas de vidrio. Solución extrema y máximo contacto con el exterior. Los muebles se reducen al mínimo. Y están perfectamente colocados para realzar la arquitectura. 

Veamos la posición de las butacas en las tres obras. Lo haremos sin conocer con exactitud las ideas de proyecto al respecto. Nos fijaremos en las tantas fotos que circulan así como en las plantas de tantas publicaciones.

A pesar de la vocación centrífuga del espacio interior en Mies, la colocación de las sillas es bastante convencional. Las famosas butacas se disponen en forma de ¨L¨ (Pabellón) o bien enfrentadas (Farnsworth). No se orientan al exterior.

En Caoma se ve algo distinto. Por una parte existe un grupo de butacas que se miran entre sí, en forma habitual, en forma similar a la que describimos en las dos obras anteriores. En uno de los extremos del área social Villanueva propone el motivo central de esta casa: una abertura  delimitada por puertas correderas que permite una conexión total física y tangible con el exterior. Desde aquí se puede admirar el frondoso bosque del fondo de la parcela. El espacio está dividido en dos crujías similares. Y en cada una de ellas se colocan dos pares de butacas orientadas hacia el exterior. Cuenta Paulina que cada butaca ha tenido sus ocupantes habituales. En una Carlos Raúl y en la otra Margot, su esposa. Si nos sentamos en ellas dejamos atrás la arquitectura y el espacio interno. La posición es centrífuga, para favorecer el íntimo contacto con el jardín.

Aquí Villanueva y Caoma se revelan más radicales que Mies. Lo dicho es importante en cuanto al contraste con lo que idealmente ya se ha vuelto habitual en las lecturas históricas. Por un lado existen unos arquitectos supremos e innovadores (Mies y otros) y por el otro tenemos una arquitectura latinoamericana que repite y adecua lo ya inventado en otras latitudes.

Toca dejar atrás tales esquemas y comenzar a ver nuestra arquitectura tal y como es. Villanueva, Caoma y otras de sus obras revelan cosas muy interesantes. Están allí y tenemos que verlas, dejando de lado las visiones convencionales.

Veamos ahora la solución de las butacas bajo los ojos de la arquitectura venezolana tradicional. En particular pensemos en los viejos corredores que delimitaban nuestros patios. En estos corredores es frecuente que veamos sillas y butacas mirando al exterior. Villanueva recoge la maravillosa respuesta de los corredores tradicionales. Se nos revela entonces una arquitectura tan moderna como tradicional. Gran calidad, gran intuición. Fuera de esquemas habituales.

Sigamos que hay más.

   

Planta Pabellón de Barcelona (1929). Mies Van der Rohe  https://tinyurl.com/yz3mzu3y 
    

 Interior Pabellón de Barcelona (1929). Mies Van der Rohe  

https://tinyurl.com/yd3s59yz

 

 Planta Casa Farnsworth (1946-51). Mies Van der Rohe 

 https://tinyurl.com/mwvs22wf           

 
Interior Casa Farnsworth (1946-51). Mies Van der Rohe

https://tinyurl.com/yc84shxw

        

Planta Casa Caoma (1952)  (Punto 46, 1972: 85) 

                                     

Caoma y Paulina Villanueva desde el jardín (1952) (foto Luis Polito)

Villanueva, Auguste Perret (1874-1954) y Le Corbusier (1887-1965)

Hablamos de sillas. Ahora le toca a las ventanas. 

Perret y Le Corbusier son de una generación anterior a la de Villanueva. Perret es uno de esos arquitectos que aparece al inicio de los textos de historia de la arquitectura moderna. Innovador, pero no tanto. Al contrario, Le Corbusier es radical. El lugar que ocupa en la historia de la arquitectura es el de protagonista central.

Antes vimos que la posición de una silla puede revelar el carácter conservador o innovador de una arquitectura. Con las ventanas sucede lo mismo. En algún momento, Perret y Le Corbusier se enfrascaron en disputas acerca de la forma de las ventanas. El primero postula la ventana vertical, aquella tradicional que permite que uno o dos personas se asomen de pie para ver el exterior. Por su parte, Le Corbusier hizo de la ventana alargada uno de los cinco puntos de la arquitectura moderna. Esta polémica ha sido relatada tanto por Paulina Villanueva como por Eduardo Sacriste. En su Mensaje a los estudiantes de arquitectura (1967) Le Corbusier reta a las convenciones. Le dice así al estudiante que quiere estimular: ¨¿cómo hace usted una ventana? ¿para qué sirve una ventana? … ¿necesitamos realmente ventanas hoy en día?  (Le Corbusier, 1967: 64).

Más allá de las disputas entre formas y posiciones, las ventanas de Perret y de Le Corbusier tienen en común que son huecos en paredes.

Vamos ahora con Villanueva, quien lleva la ventana al límite o más allá.  

Describiré brevemente cuatro formas de aberturas. Dos ventanas-límite y dos respuestas que muestran que a veces las ventanas no hacen falta. Las dos primeras las encontramos en Caoma y Sotavento, casa de ciudad y casa vacacional de playa respectivamente. En la zona social de la primera, el espacio de la ventana es máximo. Dos grandes ventanales separados por una columna. Cerramientos dobles de vidrio y romanilla que desparecen plegándose a los lados. En Sotavento las ventanas son de romanillas. Para favorecer el paso del aire, las romanillas no se colocan solamente en la fachada exterior sino también en el límite entre dormitorios y sala de estar. Permeabilidad casi absoluta y libre paso del aire y de la luz. En la tercera solución la ventana como hueco en pared desaparece. Se abre paso a esa paradoja que es la pared que permite el paso de la luz y del aire: la pared de bloques calados. Es pared en cuanto a que se construye en forma similar a una de mampuestos. En este caso cada pieza es predominantemente hueca. El resultado es el de un claro límite físico que permite el paso de luz y aire. Las paredes de bloques calados son uno de los cerramientos típicos e identitarios de la Ciudad Universitaria de Caracas. En el último caso, Villanueva prescinde en absoluto de todo límite material. El único umbral es el que conforman el final del piso y del techo. Límite de aire y de vacío. Ausencia que se vuelve activa. Es el sentido de espacio de Lao-Tse en su forma más pura. Vacío, pero nunca ausencia. Esta solución es la del cafetín del edificio de Arquitectura de la Ciudad Universidad de Caracas. El que se ha sentado en una de sus mesas sabe de la belleza de este espacio protegido y abierto que permite contemplar el cielo y la silueta del Ávila, el cerro que ennoblece a Caracas.

Villanueva vuelve a mostrarse aquí como vanguardista e innovador. Su arquitectura ha contestado a Le Corbusier: las ventanas no son indispensables. La arquitectura moderna –bien pensada y concebida- sí.  

 

Detalle Edificio Rue Franklin (1902-04) Auguste Perret      https://tinyurl.com/4drubvyc

 

Interior Ville Savoye (1929) Le Corbusier (foto Luis Polito)                   

               

Facultad de Arquitectura (1954-56). Carlos Raúl Villanueva (foto Luis Polito)

 Villanueva, Louis Kahn (1901-1974) y Luis Barragán (1902-1988)

Tres contemporáneos. Americanos los tres. Aquí no identifico diferencias, sino afinidades. Son arquitectos de mediados del siglo XX, ese momento de la historia de la arquitectura moderna marcado por la fatiga de ciertas fórmulas y por los diversos y enriquecedores virajes. Los tres son muestra de lo último, de una arquitectura que se aleja de ciertos cánones. Son modernos en pleno; pero, intuitivos y alejados de todo dogmatismo. En sus obras la tradición se hace presente de diversas formas. Kahn interpreta e incorpora ideas medievales o clásicas. Barragán y Villanueva miran la tradición popular y redescubren patios y corredores, formas simples y nobles, modestas y sinceras. La arquitectura de estos tres se puede reconocer también por la ausencia de un tópico de la arquitectura moderna: la fachada acristalada. Este rasgo no significa desaprovechar la luz natural. Al contrario. En las obras, la luz es protagonista esencial. Cada uno a su manera articulan luces y sombras. Evitando la fachada de cristal se reconquista el sentido de lo interior. Y entonces la luz se vuelve medio para dialogar con el exterior.  

En el caso de Kahn la luz queda enmarcada por la materia. Retoma así la luz del románico y del gótico. Conecta así con valores de la historia de la arquitectura universal.

La luz en Barragán es indivisible del efecto del color. Privilegia el espacio interior, uno en el que cada espacio y muchas veces cada escena goza de una iluminación particular, nunca asociada a la repetición. Aquí la luz queda asociada irremediablemente a la geografía de México, su país. Luz y color que podemos encontrar perfectamente en algún mercado, en las comidas o vestidos.

En Villanueva, la  luz también está enraizada en la geografía, pero más allá, en lo astrológico, en el sentido de una valoración de la relación entre la arquitectura y el movimiento del sol. Mucho se ha hablado de la permanente referencia del norte en Villanueva. En su arquitectura los cuatro puntos cardinales revelan su carácter. La dialéctica entre lo cerrado y lo abierto, la orientación de aberturas, los solapes entre techos y estructuras en volados, y el empleo de extensas superficies verticales delimitadas por paredes de bloques calados proponen un juego de muchas variantes. Diversas, pero nunca casuales.

Lejos de proponer un cierre de la arquitectura moderna, estas propuestas revelan nuevas formas de pensar la arquitectura, amparadas en las posibilidades tecnológicas, pero sobre todo en la posibilidad de que el arquitecto se proponga en cada proyecto una indagación libre sobre las posibilidades de cualquier elemento expresivo.

La luz en las primeras obras de Le Corbusier es aquella de la higiene. El propósito es la salud y el bienestar físico. Con el tiempo, arquitectos sensibles como el propio Le Corbusier y los tres que he tratado aquí nos proponen también una arquitectura que atiende al bienestar espiritual. La luz de la arquitectura medieval es medio para llegar a Dios. La luz de la arquitectura moderna es el empleo del material más noble y barato para conectarnos con la eterna belleza.        


Yale Art University Gallery (1951-53). Louis Kahn https://tinyurl.com/z86s4mht

 

 Casa Estudio (1948). Luis Barragán https://tinyurl.com/mr3c8dk9

 

Plaza Cubierta (1952-53). Carlos Raúl Villanueva (foto Luis Polito)




Villanueva e historia. Algunas perlas

Las cosas antes dichas pretenden ser nuevas lecturas históricas que destacan valores hasta ahora ignorados. En este punto quiero poner la mirada en algunos textos de historia. En ellos descubrimos algunos errores groseros. Sin embargo, no me propongo acusar fallas. Más bien me pregunto porque suceden estas cosas. Quizás estas imprecisiones se originan en visiones de la historia de la arquitectura que conviene revisar.

Las referencias a Villanueva en textos de historia de la arquitectura moderna son siempre marginales. Algunos historiadores ni lo nombran. Tal es el caso de Leonardo Benevolo (1923-2017). Su Historia de la arquitectura moderna (1979) fue publicada por primera vez en 1960. Ha tenido numerosas re-ediciones. En español hasta 2002. En la edición que he consultado, de 1979, no se nombra a Villanueva. Venezuela aparece al final, cuando se habla de nuestros barrios marginales. Lo mismo sucede con la Storia dell´architettura moderna (1961) de Bruno Zevi (1918-2000), publicada por primera vez en 1950.

En tiempos más recientes, dos historiadores ingleses –Kenneth Frampton (1930-) y William Curtis (1948-) sí mencionan a Villanueva. Ambos han estado en Venezuela. 

Veamos ahora algunas perlas.

En su Obra Abierta (1963), Umberto Eco (1932-2016) trata las virtudes arquitectónicas del edificio sede de la Facultad de Arquitectura de la Ciudad Universitaria de Caracas. Dice así:

Las aulas de esta escuela están construidas con paneles móviles, de modo que profesores y alumnos… se construyen un ambiente de estudio apropiado modificando de continuo la estructura interna del edificio. (Eco, 38).

Estudiantes y profesores de la Universidad Central de Venezuela conocen muchas virtudes de la arquitectura del conjunto universitario. Pero nada saben de paneles móviles, por la sencilla razón de que no existen tales. A destacar que la obra es uno de los tantos datos empíricos que Eco cita y describe para proponer su propuesta teórica de obra abierta.

Veamos ahora el caso de Ramón Gutiérrez (1939-), historiador argentino. Su texto Arquitectura y urbanismo en Iberoamérica (1983) está dedicado a la historia de la arquitectura latinoamericana desde el siglo XVI hasta el XX. Al igual que los textos de Zevi y Benévolo, aquí las descripciones son siempre rápidas, tanto que al lector le cuesta mucho entender algo de las obras. También son iguales en cuanto al uso de adjetivos y categorías. Es inevitable que Gutiérrez describa las bondades de la Ciudad Universitaria de Caracas. Cuando habla de ella, incluye una foto con esta leyenda: Carlos Raúl Villanueva: Venezuela, Caracas. Facultad de Arquitectura, 1964. (Gutiérrez, 1983: 621). El problema es que la foto no retrata el edificio de Arquitectura, sino las rampas de acceso el balcón del Aula Magna. Ni una ni otra obra se hicieron en 1964. 

Pensando en esto que relato, se me ocurre una hipótesis explicativa. Mucha historia se ha hecho a partir de relatos como vuelos a distancia. Son historias cargadas de adjetivos y de fórmulas. Quizás sirven para describir ciertos tipos de eventos. Las inquietudes de Karl Marx tienen correspondencias en dos ciudades europeas muy grises en el siglo XIX: Londres y París. Los hechos ayudan a corroborar teorías. No es aventurado afirmar que un libro como el de Gutiérrez no fue escrito luego de un largo peregrinaje arquitectónico por las ciudades y pueblos latinoamericanos. Seguramente, leyó e indagó en otros textos. Su libro se sostiene en ciertos modelos de corte sociológico muy en boga a mediados del siglo XX. Aunque eso signifique una marcada lejanía en relación con las particularidades de obras y contextos.  

Estos errores antes descritos revelan que la historia de la arquitectura venezolana aun debe hacerse. Y debe hacerse con los instrumentos adecuados. Sigamos y terminemos identificando cuatro problemas históricos. 

Problema 1 ¿Dónde colocar a Villanueva?

Los textos de historia de orientación universalista y de corte panorámico no se detienen ni en países pequeños ni en circunstancias particulares. El relato grueso de la historia de la arquitectura moderna se desarrolla en Europa y en Estados Unidos. Esto es un hecho.

Desde un país como Venezuela aparece entonces justificadamente la intención de abordar una historia propia. Se descubren obras, autores y problemas de alcance nacional. Algunos autores advierten que ni tiempos ni tendencias tienen las mismas características de esa arquitectura moderna universal.

Hay una historia moderna internacional en donde figuran arquitectos como Le Corbusier, Mies, Gropius, Aalto. Por otra parte reconocemos una arquitectura moderna venezolana en donde se menciona a Carlos Guinand, Luis Malaussena, Luis Eduardo Chataing y otros. Son dos historias con escasas conexiones. La arquitectura realizada en Venezuela o en otros países latinoamericanos no tiene cabida en los relatos universales. Los caminos no se cruzan o solo lo hacen ocasionalmente. Una de estas excepciones es la sede del Ministerio de Salud y Educación de Rio de Janeiro (1936-43), realizado por un grupo de notables arquitectos brasileños que incorporaron a Le Corbusier en la realización del proyecto.

Cuando revisamos la obra de Villanueva nos encontramos con una situación única desde la perspectiva local. En la década de los 50 del siglo pasado, ocupado en la realización del proyecto de la Ciudad Universitaria de Caracas mantenía correspondencia con personajes como el arquitecto español José Luis Sert (1902-83) y el historiador suizo Sigfried Giedion (1888-1968). Intercambiaban ideas acerca del proyecto y tanto Sert como Giedion comentaban entusiastas lo que entonces Villanueva proponía. A destacar que los dos europeos fueron figuras clave en el contexto de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM). Esta situación es única en la historia de la arquitectura venezolana. Y no volvió a repetirse. Es importante destacar el tono del intercambio epistolar. No hablaban de los terrenos de la Hacienda Ibarra o del perfil que iba adquiriendo la ciudad de entonces. No tendría sentido alguno, toda vez que estas cosas eran desconocidas por Sert y Giedion. Lo que se discutía allí era, por ejemplo, de integración de las artes. Intercambiaban ideas sobre los problemas más generales y de largo alcance.

Lo anterior permite concluir que Villanueva es un caso de excepción en la historia de la arquitectura venezolana. Por un lado, existe un acuerdo tácito en considerarlo nuestro más notable arquitecto. Por otra parte, su obra es de alcance universal. El dictamen de UNESCO, del año 2000, declarando a la Ciudad Universitaria de Caracas como parte del patrimonio mundial, lo corrobora.  

En 1972, el arquitecto japonés Makoto Suzuki, escribió un ensayo titulado “El concepto del espacio cubierto” (AA.VV., 1972: 73-77). Suzuki descubre una nueva concepción del espacio presente en la arquitectura de Villanueva. Novedad que destaca en términos de sus cualidades y en contraste con la cultura oriental que él conoce. Este testimonio de Suzuki, y su acertado título, es una muestra adicional del alcance de la arquitectura de Villanueva.

Tenemos así una obra que obviamente hace parte de la historia del país, pero además una arquitectura de alcance universal. Tratamientos someros como algunos que citamos no son justos con la calidad de tal obra. Y tampoco Villanueva puede considerarse y analizarse dentro de las particularidades de la historia venezolana.

Este es un primer problema histórico a considerar.

Problema 2. Modernidad, Europa y Venezuela

El segundo problema deriva del primero. Leamos dos citas. La primera de una historiadora de la arquitectura argentina. La segunda de un filósofo venezolano. Con diferentes palabras expresan lo mismo, sobre todo desde la perspectiva que aquí desarrollo.

Marina Waisman, esboza y presenta un marco historiográfico latinoamericano. En sus palabras pone en contraste los polos universal y local. Nos dice:

Con los instrumentos de conocimiento forjados en países centrales, corremos el riesgo de equivocar o desconocer nuestra realidad histórico-arquitectónica y urbana. (Waisman, 1990: 11).

Por su parte, Luis Castro Leiva, destaca nuestra ausencia de herramientas conceptuales. Veamos:

…Si no se tiene historia acerca de nuestra modernidad y su relación con aquella otra, la de los manuales o libros europeos, ¿cómo podemos hablar sobre ella? 
(Luis Castro Leiva. 2009: 239).

Más seguido de lo que conviene nos llenamos la boca de modernidad, de filosofía moderna y de arquitectura moderna. En contraste, quiero destacar aquí que moderno no es etiqueta de tiempo, ni de épocas ni de estilos. Es categoría histórica. Al decir esto se enfatiza por un lado el carácter problemático y por el otro la necesidad permanente de pensar en las faenas humanas. No desde lo accidental y desde los meros hechos, sino desde el pensamiento.

Los autores citados alertan sobre la posibilidad de equivocarnos o de hablar de lo que no conocemos. Este el segundo problema histórico al que nos enfrentamos si queremos estudiar históricamente a Villanueva.  

Problema 3. El corsé teórico

Hemos sido incapaces de atrevernos a construir o proponer una historia con perspectiva novedosa. Y tampoco hemos sido prudentes. Hemos llenado nuestros relatos pseudo-históricos de etiquetas y categorías. De ello alerta otro historiador argentino, Francisco Bullrich. De su breve texto dedicado a la historia moderna de la arquitectura latinoamericana podemos extraer esta advertencia:

La expresión nacional… no será nunca el resultado de una programación o de preconcepciones teoréticas, ya que estas medidas únicamente pueden conducir a clisés; no puede ser ni será un producto autoimpuesto, sino el resultado de un genuino proceso creador. (Bullrich, 1969: 18).

Hablamos de generaciones de arquitectos modernos, hablamos de brutalismo y de minimalismo sin pudor alguno. Como si estas fuesen categorías dadas que se pueden aplicar para clasificar cosas.

En Venezuela no llegamos siquiera a programar o a comprometernos con lo teórico. Nuestro afán conceptual o conceptualista apenas llega a la formulación de clichés, de palabras. Dichas estas, parece que ya ni siquiera tenemos que pensar.

Problema 4. No tenemos realidad

Al igual que Luis Castro Leiva, José Ignacio Cabrujas nos hace reconocer inevitablemente nuestras ausencias. Tenemos un estado que poco tiene de estado. Intentamos construir una nacionalidad, un pensamiento propio. Pero al final solo somos una caricatura.

He aquí un pasaje en donde Cabrujas describe nuestro ser nacional:

Somos barrocos porque somos incapaces de expresarnos y entendernos… somos los fantásticos ilusos de la ideología, porque el día y la hora no nos dicen absolutamente nada… nuestra trascendencia es elusiva y sobre todo extraviada. No hay una teoría americana o venezolana digna de tal nombre… No hay realidad y faltando esa realidad, no puede haber convocatoria. (Cabrujas, 2009: 266).

Estas palabras revelan nuestra desnudez. De nada valen tantos intentos fallidos y tantas palabras. El barroco latinoamericano no es una nueva interpretación de ese estilo tan escenográfico como trágico. No es más que incapacidad y ausencia.

Los cuatro problemas históricos que he esbozado no son los de Villanueva. Son los de nosotros, quienes no hemos sido capaces de reconocer el alcance universal de su obra y pensamiento sin acudir a etiquetas y clichés teóricos que más que reconocer, ocultan. 

Tenemos que reconocer que no tenemos una realidad histórica profunda en nuestra arquitectura. Y de esta manera, minimizamos a Villanueva. Es un arquitecto sin dogmas y sin preconcepciones teóricas en un medio en donde afanosamente buscamos dogmas y etiquetas. Es un arquitecto que se permite jugar en un país en donde todos pretendemos ser serios. Sus textos revelan algo de su personalidad e igualmente una posición intelectual. Son precisos y modestos. Eluden toda oratoria y revelan dominio de su materia. Pero es también capaz de acusar la estupidez arrogante de ciertas arquitecturas.

¿Qué hacer entonces? Comencemos por proponer problemas. No nos traguemos historias ya hechas. Intentemos unos relatos que aspiren a la sustancia, rehuyendo adjetivos de relleno.

Juan David García Bacca comentaba las ventajas de hacer filosofía en nuestra lengua. En idioma alemán ya casi todo se ha dicho. En cambio, en español se pueden decir cosas nuevas. Con la historia de nuestra arquitectura pasa lo mismo. Todavía debemos descubrirla y escribirla. Este es un modesto intento.

Referencias consultadas

- AA.VV. 1972. Punto 46. Caracas, UCV-FAU.

- Benevolo, Leonardo (1979). Historia de la arquitectura moderna. Barcelona, Gustavo Gili.  

-Bullrich, Francisco. 1969. Nuevos caminos de la arquitectura latinoamericana. Barcelona, Editorial Blume.

-Cabrujas, José Ignacio. 2009. El mundo según Cabrujas. Caracas, Editorial Alfa.

-Castro Leiva, Luis. 2009. ¨El problema de la modernidad filosófica en Venezuela: en defensa del escepticismo¨. En: Obras. Caracas, Fundación Empresas Polar-UCAB, 2009. Volumen II.

- Eco, Umberto. 1984. Obra abierta. Barcelona, Editorial Ariel.

- Frampton, Kenneth. 1987. Historia crítica de la arquitectura moderna. Barcelona, Gustavo Gili.

- Granados Valdez, Antonio y Villanueva, Carlos Raúl. 1972. ¨Conversando con Villanueva¨. En: Punto 46. Caracas, UCV-FAU, División de Extensión Cultural. Junio de 1972.

- Le Corbusier. 1967. Mensaje a los estudiantes de arquitectura. Buenos Aires, Ediciones Infinito.

-Villanueva, Paulina y Gasparini, Paolo. 2000. Villanueva en tres casas. Caracas, Fundación Villanueva- UCV-FAU.

-Waisman, Marina. 1990. El interior de la historia. Bogotá, Escala.

- Zevi, Bruno. 1961. Storia dell´architettura moderna. Torino, Giulio Einaudi Editore.  

También puedes verlo aquí:

https://www.ideasdebabel.com/carlos-raul-villanueva-problema-maestro-por-luis-polito/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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