Sección de la parte oriental del crucero de Saint-Nazaire en Carcasona. Dictionaire raisoné de l´architecture. (AA. VV., 2013: 349)
Para Feyerabend, la ciencia
no es la reina del conocer, es solo una de las formas de conocer. Así, suele
contraponer arte a ciencia. En el caso que comentaremos, las une.
En el primer ensayo, Feyerabend se apoya en diferentes referencias del mundo de la ciencia, pero también en Goethe (1), en el compositor Anton von Webern (1883-1945) y, significativamente, en la arquitectura gótica y en la figura de Eugène Emmanuel Viollet-Le-Duc (1814-1879). Luego, en el segundo ensayo citado se concentra en la figura de Brunelleschi. De éste último, cabe destacar sus capacidades artísticas, científicas y técnicas.
Las esplendidas obras de arte son, al mismo tiempo, magníficas obras de la naturaleza producidas por los humanos de acuerdo con leyes verdaderas y naturales. (Goethe. En: Feyerabend: 2003: 135).
Von Webern, sigue a Goethe y reitera las mismas ideas. Para el compositor, la música antigua griega encuentra gradualmente un material armónico que ya está en la naturaleza. (Ídem).
De tal concepción deriva esta consecuencia: “la creatividad individual se ve reducida de un modo considerable”. (Feyerabend, 2003: 137). Hasta la propia matemática puede ser entendida como una estructura natural en la que no media ninguna creatividad.
Con esto, ya Feyerabend viene con el regreso de su hipótesis; científicos, artesanos y artistas trabajan y aprenden creando artefactos.
Uno de los que analiza es el edificio gótico. Según Viollet-Le-Duc, en el gótico encontramos “inexorables y objetivas leyes de la naturaleza” (Ídem). Así, se debe prestar poca atención a las formas artísticas. Para Feyerabend éste es un error, ya que la experiencia práctica y las formas empleadas hacen parte de un único proceso. Los principios científicos no son suficientes para “definir la forma de cualquier edificio”. (Ídem).
Luego, propone la segunda tesis: la naturaleza es un artefacto. Los científicos intentan permanentemente descripciones de la naturaleza que van agrandando y transformando. (Feyerabend, 2003: 145). La ciencia es producto de la insistencia de los científicos. Indagan y transforman estos artefactos interpretativos hasta traducirlos a formalismos matemáticos. (Feyerabend, 2003: 148).
Que la ciencia sea artefacto e invención ligada al arte, lo demuestra esto: “la ciencia no es una cosa, sino muchas, y su pluralidad no es coherente, está llena de conflicto.” (Feyerabend, 2003: 150).
Al final Feyarabend aventura ciertas posibilidades de diálogo entre científicos y artistas. A los primeros les convendría abrirse a las influencias culturales, reconociendo que “el mundo es más escurridizo que lo que suponen nuestros racionalistas” (Feyerabend, 2003: 152). Los científicos suelen resistirse al cambio. Deberían mirar al arte; capaz de moverse cómodamente entre “palabras ambiguas” (Ídem), “para disolver la aparentemente rígida y objetiva naturaleza de las ciencias”. (Ídem).
De allí, entonces, el título: el arte es una suerte de ciencia que expresa las leyes precisas de la naturaleza. Sin embargo, leyes y naturaleza son inventos creativos del hombre, la naturaleza es una obra de arte. (2)
Según Feyerabend, se puede entonces afirmar que la arquitectura es ciencia e igualmente arte. Es ciencia si se entiende como una segunda naturaleza organizada. La arquitectura será entonces una ciencia que estudia las leyes de la naturaleza. Será arte si se entiende la arquitectura como la realización creativa de una obra.
La propuesta se revela atractiva y nos obliga a reconsiderar las relaciones entre arte y ciencia.
La arquitectura del Renacimiento, no intenta solo una imitación de la naturaleza, sino también una imitación de las obras antiguas. Uno de los propósitos de los arquitectos y artistas renacentistas es el de proveer un soporte mental teórico–intelectual a su trabajo (Alberti, Brunelleschi, Leonardo). Otro objetivo es desarraigar el trabajo del arquitecto y del artista de la mácula manual: la pura artesanía. Proponen así un arte objetivo y universal: teórico e ideal, y no material y manual. El trabajo del arquitecto es razonar y explicar esa arquitectura, logrando el prestigio del autor. De allí los tratados.
En otro momento, en el siglo XIX, se asiste al éxito y prestigio de las ciencias naturales. Se rechaza todo residuo individual y toda metafísica. La ciencia domina, absoluta. Y así, la arquitectura se impregna de este modelo. De allí, el racionalismo puritano de figuras como Viollet Le-Duc y Durand.
Con William Morris se comienzan a desarrollar las interpretaciones que cobrarán fuerza en el siglo XX. Entiende a la arquitectura y al diseño como respuestas adecuadas, lógicas, racionales a problemas universales (la producción industrial y la crítica al desvío del gusto colectivo dominante).
Ya en el siglo XX, el
expresionismo y figuras como Wright se oponen al espíritu positivista. Pero, ya
lo vimos, en el siglo XX, la línea fuerte será la de una orientación a la
exactitud de la ciencia y el número, no en los términos clásicos de armonía y
belleza, sino en los de objetividad y eficiencia.
Como vemos, el panorama es vasto, libre y creativo.
El planteamiento de Feyerabend apunta en la misma dirección de las implicaciones de la noción de arquitectónica (Aristóteles y Kant): un sistema de pensamiento que organiza y propone una determinada arquitectura y una interpretación de la realidad.
Para terminar, destacaremos una vez más que, para explicar su hipótesis, Feyerabend emplea a la arquitectura como manifestación de ese sistema circular que comienza con la convicción de que lo que se propone obedece a leyes inexorables, para luego constatar que esas tales leyes no son otra cosa sino creaciones artísticas.
En particular, la arquitectura es aquella disciplina que por encima de cualquier otra se presta a la perfección para mostrarnos que el arte tiene mucho de ciencia y que toda ciencia implica algo o mucho de invención.
Notas
(1) Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832). Fundamentalmente en la “Teoría de los colores y en “Proverbios en prosa”. (Feyerabend: 2003: 135).
(2) Feyerabend hace una precisión. Cuando se dice naturaleza, lo que se designa es la descripción de esta. Así: “(…) La naturaleza, tal como es descrita por los científicos, no es la Naturaleza en sí y para sí, sino el resultado de una interacción (…). (Feyerabend, 2003: 151). El proceso y resultado de esa interacción es, para Feyerabend, una obra de arte.
Referencias consultadas
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