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Arquitectura en pocas palabras

Ciudad Universitaria de Caracas. Sede Facultad de Arquitectura. Caracas, 1957. Carlos Raúl Villanueva. Foto: Luis Polito.
 

El texto que leerás a continuación es un breve extracto de mi tesis doctoral. La investigación explora en el carácter científico y artístico tanto de la arquitectura como de la teoría. Lo extraído hace parte del capítulo dedicado a los antecedentes. Esta parte del trabajo lleva también un subtítulo: hacia la escisión de la arquitectura. El término lo tomo prestado de Sigfried Giedion. El trata fundamentalmente del problema técnico que se vuelve complejo a partir del siglo XIX. Creo que tal escisión se origina antes, en el siglo XVII, y no solo es técnica sino teórica e institucional.

El título de este artículo es el mismo de aquel de la tesis. Pero no nos prestemos a engaños. Arquitectura en pocas palabras es una simplificación y banalización de la arquitectura y de su teoría. La raíz de esta disciplina es extensa, rica y llena de complejas extensiones. Lo que sigue apenas lo insinúa. Para más sugiero la lectura completa de la tesis. ­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­


Una de las fuentes que nos permite conocer qué es la arquitectura en forma sintética es el libro editado por Luciano Patetta (1935), titulado Historia de la arquitectura. Antología crítica (1984). Al comienzo, como marco introductorio, se incluyen un conjunto de definiciones de arquitectura.

Detengámonos en el término definición. Nicola Abbagnano nos dice que significa “la declaración de la esencia” (Abbagnano, 2008: 269). A su vez, existen diversos significados de esa esencia: 1-“declaración de la esencia sustancial” (Ídem), 2- “declaración de la esencia nominal” (Ídem) y 3- “declaración de la esencia-significado” (Ídem).  En primer lugar, la declaración de la esencia es la declaración de la naturaleza de lo que se define, sin nada que le sea extrínseco. En segundo lugar, la esencia se refiere al término y a su precisión. Señala Abbagnano que “la teoría de la definición nominal se apoya en el presupuesto de que no puede existir más que una sola definición para un nombre” (Abbagnano, 2008: 270). En último lugar, la búsqueda de una esencia a través de los significados y de las variadas respuestas a la pregunta ¿Qué es? nos lleva a un territorio mucho más abierto e indefinido al constatar que se pueden “distinguir numerosas especies de definiciones” (Ídem). Así, “cualquier respuesta a la pregunta ¿Qué es? puede ser tomada como definición” (Ídem).

De lo anterior deriva un “concepto moderno” en el que “definición es la declaración de significado de un término (…) en un determinado campo de investigación” (Ídem). Abbagnano agrega:

No existe una esencia preponderante del término (ni nominal ni real), sino posibilidades diferentes para definirlo con distintos fines, y todas estas posibilidades pueden ser declaradas esenciales a sus fines… (Ídem).

Regresando al texto de Patetta, y constatando que las definiciones incluidas llegan a tener un número de varias decenas, se puede inferir que en este caso, el término definición alude a múltiples significados. Así, se excluye la posibilidad de una única definición que identifique una esencia igualmente única de la arquitectura.

Por otras vías, Carlos Ríos Garza llega a esta misma conclusión, en un ensayo cuyo título nos habla de los vaivenes de la arquitectura. Las distinciones que hace Abbagnano tienen que ver con las formas de definir. Las que hace Ríos Garza destacan el contenido de una muy amplia actividad, antes artesanal y luego profesional, que bajo el mismo nombre implica el desempeño de responsabilidades muy diferenciadas  a lo largo de la historia. Así:

El concepto de arquitectura, como todas las ideas que produce el hombre para tratar de comprender el medio que lo circunda y su propia acción dentro de éste, ha sufrido transformaciones para adecuarse a nuevas circunstancias, a nuevos conocimientos o nuevas precisiones, de tal forma que lo que en un momento se designaba como tal, poco a poco fue modificándose para ajustarse a otra realidad social.

 

La persistencia del nombre a veces ha llevado a pensar que todo sigue igual - o casi -, y que el arquitecto de la antigüedad hacía exactamente lo mismo que el actual aunque con diferentes medios y técnicas. Sin embargo no es así (…).

 

No es lo mismo lo que ahora entendemos por arquitectura que lo que designaban como tal los hombres del (…). (Ríos Garza, 2000: 1-2).

En contraste con la diversidad anterior, el Diccionario de la Real Academia Española define arquitectura como “Arte de proyectar y construir edificios”. (DRAE, 1956: 121). A continuación se indican adjetivos y especialidades en que esta única esencia del edificar se subdivide: civil, hidráulica, militar, naval y religiosa (Ídem).

 Sintetizando, el diccionario define arquitectura como una única esencia sustancial, mientras que los textos de Patetta y Ríos Garza nos ofrecen una multitud de respuestas a la pregunta ¿qué es la arquitectura?

El diccionario identifica a la arquitectura como arte. Aventurando una explicación preliminar se puede suponer que tradicionalmente la arquitectura era entendida como un arte, aunque sobre este punto no hay acuerdos totales. No es éste el único problema de la breve definición del diccionario. Notemos que unifica proyectar y construir, aunque estas actividades están diferenciadas. Esta precisión la hace el arquitecto francés Étienne-Louis Boullée (1728-1799) quien señala:

“¿Qué es la arquitectura? ¿La definiré como Vitruvio, como el arte de edificar? No. Hay en esa definición un grosero error. Vitruvio toma el efecto por la causa. Es preciso concebir para efectuar”. (Patetta, 1984: 19-33).

Habiendo identificado que en la definición de arquitectura no encontramos una única idea y sí muchas respuestas a una misma pregunta, cabe considerar si esas respuestas se pueden agrupar, si tienen un fondo común o, eventualmente, a qué clase de problemas remite tal variedad.

En el texto de Patetta, como ya dijimos, nos encontramos con varias decenas de definiciones ordenadas cronológicamente; empezando con el inevitable Vitruvio, para culminar con los planteamientos de arquitectos de la segunda mitad del siglo XX.  Más allá, no hay mayores pistas ni indicios que permitan reconocer cual o cuales definiciones de arquitectura orientan el curso del libro ni cuales permiten identificar teóricamente a la disciplina. Al parecer la inclusión de esa variedad de definiciones solo apunta a identificar otro tema de investigación dentro de la historia y la teoría de la arquitectura: el de su propia concepción.

Una forma de iniciar la indagación acerca de la arquitectura es comenzando por la etimología del término. Bruno Zevi, en Architettura in nuce (1979), nos dice que la palabra architector (literalmente: maestro de obra) deriva del latín, y a su vez del griego. Antes del tratado de Vitruvio, aparece en Plauto con el sentido de tramposo. Vitruvio define la arquitectura como actividad comprometida con unas capacidades técnicas así como con una sabiduría teórica. (Zevi, 1979: 17). Más adelante, Zevi incluye otros términos de etimologías e idiomas distintos, pero vinculados con el quehacer del arquitecto. Algunos son: plectere (latín): entrelazar, bastjan (germánico): entrelazar cortezas, foirghnighim (irlandés): hacer. Diversos términos se pueden  traducir como nacer y ser. En alemán se emplea bauen: construir; Stroit (ruso) simultáneamente: edificar y disponer con orden. Mirna (sánscrito) implica: medir, ejecutar, construir. (Ídem).

Finalmente, Bruno Zevi afirma que “las tres condiciones de la buena arquitectura postuladas por Vitruvio sobre la base de fuentes griegas (…) no disipan el eclecticismo del término” (Ídem). Aquí debemos decir que lo importante no es la discusión acerca de la diversidad de definiciones y términos empleados, sino el eclecticismo y vastedad de la propia actividad.

Otro autor contemporáneo, Hanno-Walter Kruft, comenta la tríada de Vitruvio:

Firmitas (solidez) cubre los campos de la estática, los problemas de la construcción y la teoría de los materiales. Utilitas (utilidad) se refiere al aprovechamiento de edificios y a garantizar un cumplimiento de sus funciones libre de obstáculos. Venustas (belleza) abarca los postulados de la estética, y pone particular atención en las proporciones.” (Kruft, 1990: 28).

Dos mil años después de Vitruvio, Carlos Raúl Villanueva (1900-1975) vuelve a plantear una tríada similar, referida más al trabajo del arquitecto que a la propia arquitectura. El breve ensayo que citaremos contiene más que una definición descriptiva del trabajo del arquitecto. Aquí, la tríada, no es solo condición sino problema y, por lo tanto, coloca al arquitecto ante ciertos conflictos. Leamos:   

El arquitecto es una personalidad sumamente compleja y contradictoria. El valor artístico de sus obras está fuera de duda. (…) La crítica contemporánea ha puesto de relieve que una obra de arquitectura puede alcanzar niveles expresivos absolutamente análogos a los niveles alcanzados por las mejores obras de la literatura, de la pintura o de la música.

Pero en el caso de la arquitectura, el grado de dependencia de las circunstancias exteriores (…) es inmensamente más alto y coercitivo. No se trata evidentemente, del problema de la libertad de creación. Todas las expresiones artísticas se realizan dentro de estructuras que les imponen condiciones (…).

Ello trae dos consecuencias:

Primera: El arquitecto vive en un desequilibrio a veces realmente dramático, causado por la inestabilidad y por las contradicciones de la sociedad que lo circunda y lo condiciona.

Segunda: El arquitecto, debido a la evolución histórica de su personalidad, a la acumulación de tradiciones y experiencias, ha alcanzado, como tipo social, un nivel de conciencia tan alto que éste le impide aceptar un papel pasivo en el ciclo de construcción del espacio para hombre.

El arquitecto posee hoy una conciencia histórica de su función (…) luchará constantemente para que se le reconozcan sus facultades catalizadoras, sus percepciones anticipadoras, sus naturales atribuciones de creador (…).

 Condensando podría dar la siguiente definición:

 El arquitecto es un intelectual, por formación y función.

 Debe ser un técnico, para poder realizar sus sueños de intelectual.

 Si tales sueños resultan particularmente ricos, vivos y poéticos, quiere decir que a veces puede ser también un artista. (Villanueva, 1961).

A diferencia de Vitruvio que asocia la arquitectura a tres condiciones con valores similares, Villanueva analiza los ámbitos de cada una de ellas y las condiciones de trabajo del arquitecto. Las traduce en aproximaciones cognoscitivas diversas. 

Villanueva describe a un único profesional que se escinde secuencialmente en intelectual, técnico y artista. Recordando el eclecticismo que señala Zevi, podemos reconocer otros casos en los que el técnico le reclama al artista o en donde el intelectual exige protagonismo. Así, se altera el equilibrio y el ideal de Vitruvio se convierte en una condición que conduce inevitablemente a ciertas dificultades.

Reconocemos entonces en la arquitectura un contexto de trabajo y de definición signado por condiciones opuestas y contradictorias. Esto lo encontramos en las numerosas ideas que han expresado teóricos, críticos, historiadores y arquitectos. En algunos casos, como el que veremos a continuación, hasta las normativas de construcción y proyecto son complejas.

Veamos una de las indicaciones de las Leyes de Indias, instrumento que regía la configuración urbana de las nuevas ciudades americanas bajo el mandato de España. La norma se refiere únicamente al aspecto funcional, a las variables de clima y tráfico. Leamos: 

En lugares fríos, sean las calles anchas, y en las calientes angostas, y donde hubiere caballos convendrá, que para defenderle en las ocasiones, sean anchas, y se dilaten en la forma susodicha, procurando que no leguen a dar en algún inconveniente, que sea causa de afear lo reedificado y perjudique a la defensa y comodidad. (Leyes de Indias. 2011)

El enunciado tiene una sencilla lógica hasta que nos consigamos con el caso probable de tener que planificar las calles de una ciudad de clima caliente y muchos caballos, pues calles estrechas favorecerían la respuesta climática y perjudicarían el libre tránsito de los caballos, mientras que una amplitud de espacio resolvería el problema del tráfico pero no el climático. La solución de un problema deja al otro con una solución poco satisfactoria.

Pensemos por un momento en la inclusión de los aspectos relativos a la firmeza y a la belleza, y veremos cómo el problema crece exponencialmente.

En cualquier caso, se puede concluir que las implicaciones de la tríada son diversas y complejas. En este momento podemos identificar al menos tres:

 1-La condición tripartita de la arquitectura da origen a múltiples interpretaciones y teorías.

 2-La arquitectura se identifica con una variedad y riqueza de contenidos.

 3-La condición tripartita es uno de los aspectos más complejos e interesantes que identifican al proyecto arquitectónico y, obviamente, a la propia arquitectura.                                                              

Así, un acercamiento a las definiciones de arquitectura nos coloca en un terreno abonado para investigar.

En el marco histórico de la arquitectura moderna la arquitectura se redefine y amplía sus horizontes. Ya no es suficiente considerarla como el arte o la actividad de proyectar y construir edificios. Veamos cómo entiende la arquitectura Leonardo Benevolo (1923) en su texto clásico Historia de la arquitectura moderna, de (1978). En la introducción, el autor incluye la definición de arquitectura de William Morris, de 1881; un planteamiento claramente intencionado en lo político; presagio de la propuesta moderna de un diseño que abarca desde el mobiliario y la ropa hasta la ciudad. Esta es la contundente definición William Morris: 

La arquitectura abarca la consideración de todo el ambiente físico que rodea la vida humana, no podemos sustraernos a ella, mientras formemos parte de la civilización, porque la arquitectura es el conjunto de modificaciones y alteraciones introducidas en la superficie terrestre con objeto de satisfacer las necesidades humanas, exceptuando sólo al puro desierto. (Benevolo, 1978: 6).

Si Benevolo anuncia una definición de arquitectura vinculada a su propuesta operativa, Bruno Zevi nos ofrece un texto completo dedicado al tema de las definiciones de arquitectura: Architettura in nuce (1979). No lo hace con afán antológico. Al contrario, discurre siempre críticamente para poder fijar algunas propuestas teórico-prácticas. En la introducción del libro Zevi señala:

Las acciones vandálicas en contra de espacios y monumentos (…), los daños permanentes causados por restauraciones insensatas, la construcción de horrendos y mediocres edificios y el ostracismo que han sufrido los auténticos poetas modernos, han sido causados por la ausencia de una consciencia histórica vital (…) No sólo el disfrute, sino la existencia misma de los monumentos del pasado y de sus entornos urbanos, dependen de la fuerza de persuasión de la crítica arquitectónica. No solamente la valoración, sino la realización misma de las obras actuales están condicionadas por el juicio preventivo de la crítica (…) la arquitectura y la historia de la arquitectura coinciden, haciendo vano el intento por precisar el asunto de la definición de arquitectura escindiéndolo de la historia concreta de la arquitectura e, inversamente, demostrando que es ilusorio pensar en cualquier forma de historia separada de la consciencia del hacer arquitectónico y de los compromisos que de ello derivan. (Zevi, 1979: 14). 

La idea anterior coloca nuestra pregunta inicial en un contexto más amplio y comprometido. No se trata solamente de dilucidar un asunto teórico o académico. Esas posibles esencias vinculadas a la naturaleza de la arquitectura tienen repercusiones en las acciones del proyectar y por lo tanto, en el destino de edificios, conjuntos urbanos, ciudades, vidas públicas y privadas. Estamos ante la coincidencia entre ideas de arquitectura, historia, valoración y proyecto. De las concepciones que tengamos derivan compromisos. Es esta otra faceta de una valoración moderna de la definición de arquitectura.

Hemos visto como la recopilación antológica que ofrece Patetta nos coloca ante un marco meramente cognoscitivo. Al contrario, la discusión crítica que nos propone Zevi nos pone ante asuntos cruciales de la arquitectura.

Con esto último se amplía el contexto de la definición de la arquitectura como disciplina, se define un campo problemático de trabajo y se contribuye a la justificación de esta investigación.

Referencias bibliográficas

-Abbagnano, Nicola. 2008. Diccionario de Filosofía. México DF, Fondo de Cultura Económica.

-Benevolo, Leonardo. 1978. Historia de la arquitectura moderna. Barcelona, Gustavo Gili.

-Kruft, Hanno-Walter. 1990. Historia de la teoría de la arquitectura. Madrid, Alianza Forma.

-Patetta, Luciano (ed). 1984.  Historia de la Arquitectura. Antología Crítica. Madrid, Hermann Blume.

 -Villanueva, Carlos. 1961. “El Arquitecto”, En: Punto Nº2, Caracas, UCV-FAU, marzo 1961.

-Zevi, Bruno. 1979. Architettura in nuce. Florencia, Sansoni.

 Referencias en la web

-Ríos Garza, Carlos. 2000. “Entre el arte y la ciencia, vaivenes de la arquitectura” Recuperado el 16-V-2009. www.fain.uncoma.edu.ar/prof_tec/consthab/entreArteYCiencia

_%20Primer_encuentro.doc.

 -Libro 4, título 7 “De la Población de las Ciudades, Villas y Pueblos”. Leyes de Indias. Recuperado el 30-VIII-2011. http://www.congreso.gob.pe/ntley/LeyIndiaP.htm.

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