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Jerga

 En tiempos recientes me ha tocado ser jurado de dos trabajos de ascenso en la FAU-UCV. Sus autores son docentes del área de proyectos y uno de ellos además imparte clases de historia. Ambos trabajos trataban de proyectos de otros arquitectos.

En mi facultad la presentación de los trabajos de ascenso en el escalafón obligan al candidato a presentar el trabajo realizado mediante dos expresiones del lenguaje: la palabra escrita y la oral. El trabajo en sí es un texto escrito; una investigación o monografía. Leído el trabajo por el jurado, el autor debe hacer una presentación oral del trabajo, que se estima dure entre 30 y 45 minutos.

La palabra escrita está asociada a la investigación. En un sentido más amplio, a la palabra pensada y vuelta a pensar. En investigaciones, artículos, reseñas; las palabras se colocan con intención y mesura. Es un trabajo de avance y retroceso, tal como sucede también en la realización de los elementos que fijamos en el proyecto. Una palabra mal escrita puede ser corregida más adelante. A veces debemos esperar e indagar para conseguir el término que consideramos atinado.

En forma diferente, la expresión oral es fundamentalmente aquella de la clase o de la charla. En este caso, el docente debe ser ágil, y la lucha contra el tiempo y la eficacia del lenguaje se da en modo inmediato. No puede parar. Puede corregir, pero de forma inmediata.

Se supone que los profesores hacemos ambas cosas. Investigamos y escribimos, y damos clases o en ocasiones damos una charla. Como toda actividad práctica, hay destrezas y hay inclinaciones y preferencias. Hay buenos oradores y hay buenos escritores. Están aquellos que se concentran en una forma de expresión y eluden la otra.

Aparte de lo anterior, entiendo que todo docente debe entrenarse y prepararse para el buen desempeño en ambas facetas de su trabajo. No es algo que podemos dejar en manos de nuestro talento o nuestras dificultades naturales. Ya que es una actividad que implica práctica, podemos y debemos mejorar.  

¿Cómo mejorar?

Lo primero que un profesor debe aprender es que no basta con su talento natural, con sus destrezas iniciales  y con los padrinos que siempre existen. No hay nada de malo en ello. Estas condiciones impulsan inicios, más no nuestro progreso. A veces, debemos dejar de lado ciertas enseñanzas. No en forma gratuita, sino por el simple proceso de aprendizaje por comparación. Si hablamos de expresión escrita, una forma segura de mejorarla es la lectura de destacados textos y autores. Si hablamos de expresarnos bien ante nuestros alumnos, conviene escuchar las clases de otros para observar logros y carencias. Esto enseña mucho, sobre todo si avanzamos y dejamos de ver los toros desde la barrera y nos obligamos a escribir y a dar clases.

Para escribir mejor, leer más. Para expresarnos mejor, escuchar más. Si hacemos eso, encontraremos que nuestro lenguaje puede enriquecerse. Leeremos diversos términos y podremos aprender de ellos.

Cuando escribimos conviene a veces consultar el diccionario. Entre estas consultas y la  lectura de textos especializados de arquitectura, uno va constatando que existen términos que si bien se emplean comúnmente en los libros no aparecen registrados en el diccionario. También sucede que empleamos términos que adquieren dentro de la profesión un significado distinto a aquel del lenguaje común. Cuando nos referimos a la luz entre dos columnas no nos estamos refiriendo a la luminosidad de un lugar, sino a la distancia que media entre esas columnas. Esto es lenguaje especializado que emplean arquitectos e ingenieros.

Continuando, nos percatamos que el asunto puede ser más complejo. Palabras y términos aluden a categorías especializadas. Pueden ser históricas o teóricas. También de estilo o de tendencias. Deconstrucción es una cosa en arquitectura y otra en filosofía. Entender la arquitectura moderna solo como un período revela una comprensión superficial de lo que ella implica. Escribir o mencionar alegremente el término estética no le hace bien ni al discurso ni a la disciplina.

En definitiva; usemos el diccionario. Y también estudiemos textos de nuestra profesión.

Se trata de estudiar, de comparar, de escoger. Y de ser eficaces.

Para el título que pensé adecuado a esta publicación, consulté el Diccionario de la Real Academia Española. Jerga tiene diversos significados: 1-lenguaje especial que usan entre sí individuos de ciertas profesiones y oficios, 2- lenguaje especial usado por determinados grupos… por ejemplo; la jerga de los maleantes y 3-jerigonza (lenguaje difícil de entender).

¿El lenguaje empleado en una investigación de nivel universitario corresponde a un lenguaje especializado o es más bien una jerga?

No quiero con esta pregunta emprender una discusión de términos. Lo que quiero destacar es que en el ámbito que estoy tratando, el docente debe confrontarse con dos fuerzas antagónicas: por un lado debe aspirar a construir y colaborar al empleo de un lenguaje especializado, condicionado por el conocimiento de significados de corte histórico y teórico y también por exigencias de cientificidad (lenguaje especializado). Por otra parte, debe revisar y estar atento al uso indiscriminado y casuístico de palabras que se acomodan banalmente a cualquier discurso (jerga).

La jerga pertenece a grupos, a ghettos, sean sociales o de una determinada comunidad universitaria. Busca más una identificación que una efectiva comunicación.

En el ámbito de la facultad que conozco, a veces se usa el término receder o recedido. Yo mismo antes lo empleaba. Alude a un objeto que se desplaza hacia atrás. Pues bien, el término no se encuentra en el diccionario de la RAE. Sobre esta palabra he indagado. No la he encontrado escrita en buenos libros de arquitectura (a modo de ejemplo, buenos libros de arquitectura son los que publica Gustavo Gili. No es la única buena editorial de habla hispana, pero es una importante referencia). En lugar de recedido, he encontrado estos dos términos -rehundido y retranqueado- para significar lo mismo; un objeto que está más atrás. La indagación permite sacar algunas conclusiones basadas en datos empíricos: una palabra no registrada en el diccionario, muy usada en la jerga diaria de profesores y alumnos. Por otra parte, he consultado textos de arquitectura y he encontrado dos palabras similares las cuales tienen el mismo significado.

Debo agradecer a que fuese mi tutor, cuando leyendo un texto mío se detuvo en la palabra recedido y me dijo que era incorrecta. Esto me llevo a indagar y a corregir.

Otra manifestación corriente de jerga es la transformación de sustantivos en verbos: balconear, geometrizar, renderizar. Palabras inexistentes que nunca leeremos en un libro especializado. Por otra parte, cuando las escuchamos producen un choque perceptivo. A menos de que seamos inconscientes y repitamos lo que la jerga impone.

Siempre lo digo y lo repito aquí. Admiro profundamente a Alberto Campo Baeza y a Rafael Moneo, dos estupendos arquitectos de nuestro tiempo. Distintos en su forma de proyectar y distintos también en su forma de expresarse. Pero tienen en común el amor y en consecuencia el respeto por nuestra lengua. Además, escriben bien y dicen cosas interesantes.

Escribo esto, porque muchas veces cuando leo lo que escriben mis colegas profesores percibo el empleo excesivo de jerga mezclado con el uso incorrecto de términos. En otros casos, el lenguaje se vuelve banal, apenas descriptivo.  

Rafael Cadenas ha escrito sobre la pobreza de nuestro lenguaje. Pobreza que él entiende se vuelve pobreza de pensamiento y al final también pobreza de vida. Es un aspecto preocupante de la educación venezolana y seguramente en los últimos años se ha vuelto más grave. Pero Cadenas no quiere pontificar. Hace el problema suyo e intenta analizarlo.

Es cierto que la arquitectura entra por el ojo y sobre todo por el ojo. Es visual. Pero al hablar de ella no estaría mal que fuésemos más cuidadosos. Sobre todo los profesores. Esto atañe también a cualquier arquitecto. Hoy en día el arquitecto es un universitario. A la universidad la llaman educación superior. Toca honrarla.

Comentarios

  1. ¡Impecable Luís! Muy acertadas reflexiones. Son varios puntos que quisiera comentar pero no así, tecleando un celular. Por lo pronto te digo que una de esas palabras de la que abusamos es “canopia”.

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    Respuestas
    1. Saludos Victor. Gracias por tu comentario. En algún momento podremos hablar por teléfono. Feliz día, luis.
      PD: esa "canopia", no la he escuchado.

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