Arquitectura y literatura como comunidad. De eso trataré.
La palabra y la piedra como medios. Tal asociación, que en principio nos puede parecer improbable y fortuita,
brinda en cambio ideas sugerentes para entender lo que es la arquitectura. A mi me resulta resulta
adecuada y convincente. Algunos hombres de letras que citaré me permiten desarrollar estas conexiones.
Sé que hay otros que han preferido el diálogo entre arquitectura y ciencias sociales o naturales. Allí no he encontrado nada de mucho interés.
En mi último trabajo de ascenso, “Teorías y arquitecturas. Mirando la tradición” (UCV-FAU-2019) dediqué unas páginas al tratamiento de la literatura y del lenguaje en varios escritores: Eduardo Liendo, Rafael Cadenas y Julio Cortazar. Lo hice para ofrecer los mismos ecos que ahora presento aquí.
Leer y escribir
Para Liendo no hay escritura sin lectura. La literatura se aprende de la literatura. Para Cadenas, ese aprendizaje debe ser satisfactorio y emocionante. Más de símbolos e imágenes que de logos y leyes. Cortazar, por su parte, se centra en el hacer, en la escritura. No de una de pura sintaxis, sino de una de realización de cuentos y novelas, de obras de literatura.
Estas ideas que nos brindan hombres de letras son muy oportunas para entender la arquitectura. Esta, no requiere de explicaciones fuera de ella. La arquitectura y el proyecto de hoy se apoyan en la lectura y en la interpretación de lo ya hecho. Si por otra parte no conectamos con la arquitectura como belleza y emoción, no le estamos haciendo justicia. Así, no hay forma de que uno se vuelva arquitecto sin entrar en contacto profundo con la propia arquitectura. Contacto vivo, apasionado. Con inclusiones y exclusiones. Vale decirlo.
El afán de exactitud de la academia no le viene bien ni a la literatura ni a la arquitectura. Ni Liendo, ni Cadenas ni Cortazar hablan de arquitectura, pero es como si lo hicieran. Y debemos aprender de ellos.
En el tiempo y contexto de lectura de ensayos y lecciones de estos escritores se me hizo clara una intuición. Es otra manifestación de la conexión entre literatura y arquitectura. Me explico.
Libros y obras. Soporte y obra
¿Qué hay en gran librería; sea gande o sea pequeña?
Pues; libros …
Pueden ser manuales técnicos, guías turísticas, textos de auto-ayuda, de educación colegial, científicos, de referencia, coffee table book. Probablemente otros más. Tendremos también libros de literatura. A efectos del orden de la librería, los libros de literatura no se mezclan con los de autoayuda. Thomas Mann está en un pasillo. Más allá, Paulo Coelho.
Todos son libros, y por eso se venden en librerías. Sus diferencias obedecen a sus contenidos y a sus intenciones. Es esto último lo que los separa radicalmente. Pertenecen a mundos distintos, aunque su soporte material sea similar. Lo que hace a un libro obra literaria no es algo que está en las palabras ni en el libro en cuanto libro. Lo literario, lo artístico; no reside ni en el soporte ni en el material.
En las relaciones entre construcción y arquitectura sucede algo similar. Las construcciones son como los libros. Se les puede describir como cosas que tienen determinadas características materiales. Pero no todas esas cosas construidas son arquitectura, de la misma manera que no todos los libros de una librería son obras literarias. Lo que hace arquitectura a la arquitectura no es algo meramente material. Es algo intangible, pero real.
Poesía y arquitectura
En 1956, el escritor mexicano Octavio Paz, publicó El arco y la lira, un fascinante ensayo sobre la poesía, el poema, la prosa y lo poético.
Paz comienza este texto con lo que para él es la poesía. Dice:
Hija del azar; fruto del cálculo. Arte de hablar en una forma superior; lenguaje primitivo. Obediencia a las reglas; creación de otras. Imitación de los antiguos, copia de lo real, copia de una copia de la Idea. Locura, éxtasis, logos. Regreso a la infancia, coito, nostalgia del paraíso, del infierno, del limbo. Juego, trabajo, actividad ascética. Confesión. Experiencia innata. Visión, música, símbolo. Analogía: el poema es un caracol en donde resuena la música del mundo y metros y rimas no son sino correspondencias, ecos, de la armonía universal. Enseñanza, moral, ejemplo, revelación, danza, diálogo, monólogo. Voz del pueblo, lengua de los escogidos, palabra del solitario. Pura e impura, sagrada y maldita, popular y minoritaria, colectiva y personal, desnuda y vestida, hablada, pintada, escrita (…). (Paz, 1983: 13).
Cuando leo, no puedo dejar de pensar en este texto como una magnífica descripción de lo que la arquitectura es. Cambio apenas unas palabras (en negrilla) y resulta esto:
Hija del azar; fruto del cálculo. Arte de construir en una forma superior; lenguaje primitivo. Obediencia a las reglas; creación de otras. Imitación de los antiguos, copia de lo real, copia de una copia de la Idea. Locura, éxtasis, logos. Regreso a la infancia, coito, nostalgia del paraíso, del infierno, del limbo. Juego, trabajo, actividad ascética. Confesión. Experiencia innata. Visión, música, símbolo. Analogía: la obra de arquitectura es un caracol en donde resuena la música del mundo y proporciones y ritmos no son sino correspondencias, ecos, de la armonía universal. Enseñanza, moral, ejemplo, revelación, danza, diálogo, monólogo. Voz del pueblo, lengua de los escogidos, palabra del solitario. Pura e impura, sagrada y maldita, popular y minoritaria, colectiva y personal, desnuda y vestida, hablada, dibujada, escrita (…).
No hay más que agregar. Esta es la arquitectura. Perfectamente descrita.
Uno de los capítulos del libro está dedicado a la imagen, aquella voz que nos golpea con palabras. Su fuerza reside en algo que está más allá de la palabra y de las palabras. Escribe Paz:
El poema trasciende el lenguaje (…) el poema es lenguaje –y lenguaje antes de ser sometido a la mutilación de la prosa o de la conversación- pero es algo más también. Y ese algo más es inexplicable por el lenguaje, aunque sólo puede ser alcanzado por él. Nacido de la palabra, el poema desemboca en algo que la traspasa.
La experiencia poética es irreductible a la palabra y, no obstante, la palabra lo expresa. La imagen reconcilia a los contrarios, más esta reconciliación no puede ser explicada por las palabras (...)
Más acá de la imagen, yace el mundo del idioma, de las explicaciones y de la historia. Más allá, se abren las puertas de lo real: significación y no-significación se vuelven términos equivalentes. Tal es el sentido último de la imagen: ella misma. (Paz, 1983: 111).
De nuevo, cambiaré unos pocos términos:
La obra de arquitectura trasciende la construcción (…) La obra es construcción –y construcción en términos de materia y realización- pero es algo más también. Y ese algo más es inexplicable por la construcción, aunque sólo puede ser alcanzada por ella. Nacida de la construcción, la obra desemboca en algo que la traspasa.
La experiencia arquitectónica es irreductible a la construcción y, no obstante, la última la expresa. La obra reconcilia a los contrarios, más esta reconciliación no puede ser explicada por la construcción (...)
Más acá de la obra, yace el mundo de la técnica, de las explicaciones y de la historia. Más allá, se abren las puertas de lo real: significación y no-significación se vuelven términos equivalentes. Tal es el sentido último de la obra: ella misma.
Importante el final, aunque no solo este. Obra y arquitectura no adquieren sentido por elementos externos. Se explican y se deben a ellas mismas. Por eso, ninguna disciplina, dígase ciencias naturales o sociales, epistemologías y lógicas, teorías científicas o pseudo-científicas pueden dar cuenta de la arquitectura. La arquitectura tiene razones; sus propias razones.
El saber científico no permite conocer el núcleo de la arquitectura. Sí lo hace la reflexión sobre la poesía. Sobre todo si la hace Octavio Paz. Es otro tipo de saber el que viene en auxilio de nuestro aprendizaje.
Gracias maestro Octavio Paz por enseñarnos acerca de poesía.Y también de arquitectura.
Coda. El saber culto
Max Scheler habla de saber culto. Por una parte, existe un saber tipico de las ciencias naturales que atiende a dominios prácticos y utilitarios, a causas y efectos. Nos permite actuar y ser eficaces. En cambio, hay otro saber, que aspira al devener. Devenir en cuanto plenitud de la persona y aspiración a la divinidad. Este es el saber culto. No en el sentido de mejor, sino en el sentido de pertenecer a la cultura. Rasgo indeleble de nuestra humanidad.
Ninguna connotación negativa en estas distinciones. Toca entenderlas y asumirlas. La modernidad ha sido exitosa en cuanto al dominio util y técnico. Avance incuestionable y paso gigante para la humanidad.
Hay un pero. Y es lo que aquí he querido destacar.
Para entender y apreciar la literartura y la arquitectura no basta atender a las palabras, a la gramática, a los materiales y aspectos evidentes. Hay que mirar adentro, a eso que trasciende y que nos hace plenamente humanos.
Octavio Paz. 1983. El arco y la lira. México DF, Fondo de cultura Económica, p. 111.
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