El texto a
continuación es un extracto del trabajo de ascenso “Teorías y arquitecturas en
plural. Mirando la tradición”, presentado en 2019 para aspirar a la categoría
de profesor titular en la FAU-UCV. El jurado que evaluó el trabajo otorgó
Mención Honorífica al mismo.
Una hipótesis
fundamental de la investigación es que es imposible hablar de teoría de la
arquitectura en singular. No hay ni una única teoría de la arquitectura y tampoco
hay una mirada conceptual más o menos unificada que permita al menos un punto
de partida más o menos uniforme.
Tal hipótesis persigue
aclarar algunos aspectos fundamentales para la teoría deslastrando la carga
cientificista que siempre suele pesar.
Las ideas
expuestas sirven como marco introductorio. Si se quiere avanzar más, invito al lector
a leer el trabajo completo.
Se puede
consultar el trabajo completo en:
Tres interpretaciones de la teoría de la arquitectura
La
teoría es un asunto vastísimo; abarca aproximaciones distintas y en muchos
sentidos inconmensurables.
Un
primer autor a mencionar, Hanno-Walter Kruft, contribuye a precisar lo que
afirmamos. El inicio de su texto Historia
de la teoría de la arquitectura (1990) nos ofrece algunas cuestiones claves
en el tema que tratamos. En el segundo párrafo del prólogo, Kruft se excusa
porque al tema solo ha podido dar una “respuesta parcial” (Kruft, 1990: 10).
Dice luego: “al deseo legítimo de una visión global no ha habido respuesta”.
(Ídem). Las definiciones de arquitectura sólo son válidas en determinados
contextos históricos. Y hace esta importante afirmación:
(…) Una definición abstracta y normativa de la teoría de
la arquitectura es inoperante e históricamente insostenible”. (Kruft, 1995:
14).
En realidad, Kruft sí ha
dado una respuesta válida a un aspecto de la teoría. Esta no es un sistema
global que agrupa a todas las manifestaciones teóricas a lo largo de la
historia. Esta renuncia, lejos de constituir una carencia, es un punto de partida
en el que nos apoyaremos. Es una base que si bien es modesta en sus alcances es
más realista que la que presentan otros autores que pretenden darnos definiciones
puras y simples.
La
pregunta ¿qué es la teoría? es una constante dentro de esta materia y Kruft nos
auxilia para dar una primera hipótesis en el marco de esta investigación: no es
una sola cosa, sino pluralidad.
Toda
indagación en este campo debe incluir a autores reconocidos (Vitruvio y
Alberti, Blondel y Perrault, Le Corbusier y Wright o Rossi y Venturi), pero ni tratan de los mismos asuntos ni todos
ellos lo hacen de la misma manera. En tal sentido, Kruft enumera algunas
visiones y disciplinas desde donde se han producido aproximaciones a la teoría:
múltiples posiciones acerca de los proyectos y la teoría y también disciplinas tan variadas como la historia, la
filosofía, la estética y la tecnología.
Y
ha sido frecuente que algunas miradas que colocándose en una parcela intentan
ignorar o desprestigiar otras visiones.
A
partir de aquí esbozaremos un plan de trabajo; uno que creemos es el que puede
orientarnos en el presente; intentando reconocer la variedad de aproximaciones
a la teoría.
En
el capítulo titulado “Teoría de la arquitectura” en Arquitectura y Forma (2005) Joao Rodolfo Stroeter propone un
esquema de las interpretaciones más frecuentes de la teoría. Estas son:
A-Teoría
como pensar sobre el hacer.
B-Teoría
como gramática y corpus de
conocimiento.
C-Teoría
como sinónimo de hipótesis. (Stroeter, 2005: 38).
Las
explicaremos en otro orden.
La
teoría como gramática corresponde fundamentalmente a la arquitectura clásica,
“un conjunto de leyes más o menos sistematizadas” (Stroeter, 2005: 40). La
manifestación original de esta teoría es el tratado de Vitruvio; agrupando
tipos arquitectónicos, órdenes y sistemas de proporciones. Una serie de
tratados renacentistas y barrocos se suman a una tradición que en buena medida
sirvieron de “principios unificadores de la arquitectura” (Stroeter, 2005: 41).
Parte de la validez de este esquema radica en la flexibilidad manifiesta entre
un extremo que intenta regular unas “reglas para el arte” (Ídem) hasta una
libertad manifiesta en obras concretas e individuales.
Para
Stroeter, aquí la teoría se convierte en una suerte de marco gramatical que
responde al “cómo hacer” pero no a
las preguntas más complejas del “qué
hacer” o “por qué hacer”.
(Stroeter, 2005: 42). En este contexto las experiencias extraídas tanto de
teorías como de obras concretas se traducen en cánones que se constituyen en
“principios unificadores de la arquitectura”. (Stroeter, 2005: 41). Es esta una aspiración constante de
muchas formas de teoría.
En
síntesis se puede decir que esta interpretación teórica significó un hito
histórico de larga duración. Sin embargo, en sentido estricto, quedó de lado
ante los compromisos y retos de la modernidad. Más adelante volveremos sobre
esta tradición teórica.
Una
segunda expresión de la teoría es sinónimo de hipótesis y persigue una
“estructura comparable a la de la teoría científica” (Stroeter, 2005: 43).
Algunos
términos e implicaciones claves de esta segunda interpretación son: leyes,
categorías generales, postulados racionales, comprobaciones, ordenación y
clasificaciones minuciosas (Ídem).
Aunque
en el marco de la modernidad este proyecto de teoría no se ha logrado –un
sistema global y unificado- es para algunos una meta a alcanzar. Es la forma
exclusiva de presentar el conocimiento científico y es así mismo propósito
generalizado de investigaciones en el
mundo académico. Es la teoría en singular, un único sistema apriorístico.
Stroeter dedica una buena
parte del texto a mencionar figuras tales como Galileo, Norman Campbell,
Gay-Lussac y Karl Popper. Figuras emblemáticas y modelos para las ciencias. Luego
hace una oportuna aclaratoria al afirmar:
Más que formular hipótesis,
en el sentido científico, la teoría de la arquitectura trabaja con
suposiciones, sin alguna intención de descubrimiento o de invención. (Stroeter,
2005: 44).
Stroeter
destaca las similitudes y diferencias entre teorías en arquitectura y teorías
científicas, en particular en lo que se refiere a las hipótesis. Por una parte
afirma que “el arquitecto naturalmente no hace hipótesis a priori para las
cuales las obras serían una representación” (Ídem). Sin embargo, el arquitecto
trabaja con ideas que luego son conducidas a una representación concreta. Si se
equipara idea con hipótesis, se identifican ciertas semejanzas.
Dentro
de este segundo marco interpretativo tanto la ingeniería como la tecnología cumplen
un papel altamente significativo.
El
afán por la unidad y por los por sistemas globales está siempre presente. Si
bien está forma de teoría se opone a la clásica comparte con ella el mismo afán
unificador.
Si
la arquitectura aspira a empaparse de ciencia, entonces la propuesta se propone
como anticipación del futuro (al contrario del apoyo en la historia que
encontramos en la teoría clásica). Los recursos tecnológicos y los nuevos métodos de diseño son a mediados
del siglo XX la esperanza para encontrar nuevos rumbos para la arquitectura.
Ampliando
este comentario, se puede decir que el anclar a la teoría en cualquiera de las
aristas científicas (el racionalismo a partir del siglo XVII con Claude
Perrault, el dogmatismo funcionalista a principios del siglo XX y las
corrientes metodológicas e investigativas en años recientes) siempre produce el
mismo efecto: la esperanza de la refundación. Si el progreso científico implica
el abandono de las tradiciones, la teoría arquitectónica copia el modelo
científico y condena toda forma de tradición.
Stroeter
comenta que el postmodernismo significó un duro golpe a esta forma de teoría al
reivindicar historia y tradición y al apartarse a las aspiraciones
funcionalistas y tecnológicas, caballitos de batalla de la arquitectura moderna
(Stroeter, 2005: 44).
Aunque
esta segunda forma de soporte teórico para la arquitectura no ha quedado
completamente de lado, se puede decir que a partir del fin del entusiasmo
postmodernista ha quedado abierta la cuestión de los “fundamentos y fuentes de
unidad” (Stroeter, 2005: 47) de la arquitectura y el proyecto.
Cerrando
este capítulo, Stroeter caracteriza la época que vivimos: la discusión teórica
es ahora más libre y abierta. De diversas formas, la investigación teórica
adquiere peso e interés. (Ídem). Es el mismo marco temporal y conceptual en el
que se inscriben las preguntas de partida de esta investigación.
Para
cerrar el punto Stroeter cita un texto, una antología de teorías, Theorizing a new agenda for architecture,
organizada y editada por Kate Nesbitt. (1996).
Esta
antología reúne temas relevantes del momento. Citemos algunos: postmodernismo,
postestructuralismo y deconstrucción, historicismo y tradición, agendas éticas
y políticas, fenomenología y significado del lugar. Entre las figuras cabe
mencionar a Bernard Tschumi, Peter Eisenman, Kenneth Frampton y Aldo Rossí. El
carácter antológico del texto y así mismo su contenido revelan una variante en
cuanto a la interpretación de la teoría como hipótesis. Abiertamente se da aquí
una mirada a la filosofía y a grandes claves interpretativas de la realidad. Pareciera
que la libertad y apertura que justamente Stroeter señala como un aspecto de la
búsqueda teórica en los últimos años produce una fuga en todas las direcciones
del conocimiento.
La
última interpretación de la teoría se instala en un camino opuesto al fenómeno
que acabamos de señalar. En este caso, la “teoría de la arquitectura es un
pensar sobre la arquitectura”. Stroeter habla de dos niveles: la palabra y la
imagen (proyecto). Podríamos agregar las propias obras; fotografías y videos;
medios a través de los cuales la arquitectura se comunica.
Algunas
palabras clave del texto de Stroeter revelan el centro de esta clave
interpretativa: arquitecto, proyecto, pensar visual, dibujo. Aquí, teoría y
arquitectura están ancladas al proyecto. El arquitecto elabora una “concepción
de lo que es la arquitectura” (Stroeter, 2005: 39) fundamentada en teorías o
tradiciones. En algunos casos, arquitectos singulares son capaces de configurar
un marco cultural que es seguido luego por otros. Tal es el caso de grandes
figuras como Palladio, Wright o Le Corbusier. Se forman lenguas que luego cada arquitecto emplea para realizar sus obras
particulares. Estas lenguas se
construyen como ya dijimos a partir del prestigio de ciertos arquitectos
notables pero también de ciertas interpretaciones críticas que contribuyen a su
configuración. Se instauran estilos, marcos interpretativos y de proyecto.
Podemos
agregar que este pensar sobre la arquitectura también se expande en la medida que
la arquitectura es vasta y tiene varias facetas: la historia, la crítica y la
teoría, pero también el propio proyecto y también íconos que funcionan como
referencias y anclas teóricas. La arquitectura moderna ha tenido sus grandes
arquitectos (Mies, Le Corbusier, Gropius), sus historiadores (Sigfried Giedion,
Bruno Zevi), sus emblemas formales (los prismas de vidrio).
Cuando
se habla de esta tercera interpretación se piensa inmediatamente en el trabajo
concreto del arquitecto que proyecta. Nadie discute que en el trabajo del
proyectar se incluye un pensar acerca de la arquitectura y acerca de las referencias
que ofrece la tradición. Pero, en un sentido más amplio, ese pensar es también
un objetivo teórico que se orienta a investigar sobre “la esencia de la
arquitectura” (Ídem). Aquí se pueden reunir objetivos que atañen a la propia
teoría, a la crítica y a la historia y a la estética.
Las
tres interpretaciones de la teoría que desarrolla Stroeter nos ayudan a
reconocer el marco el que nos movemos. Más adelante, en el trabajo se
investigarán en mayor profundidad propuestas en las tres líneas.
Más
allá del útil (pero también limitado) esquema de Stroeter, cabe decirse que
teorías de gran importancia son referencias en determinados marcos históricos.
La teoría como gramática está ligada al clasicismo y los intentos
cientificistas están asociados a la modernidad.
Para terminar este punto, quiero
detenerme en las ideas que expone el mexicano Alberto Pérez Gómez sobre la
condición de las teorías en la modernidad y, más específicamente, en tiempo
presente. El pensar sobre teorías lleva a una lectura crítica del asunto
teórico. Esto es lo que dice:
La
consecuencia más inmediata de la crisis es que el hombre contemporáneo aún
tiene mayor fe en la verdad de las matemáticas que en la evidencia de la
realidad dada en su experiencia perceptual. El contenido poético de la
realidad, el material del arquitecto, está oculto bajo una gruesa capa de
explicaciones conceptuales. La ciencia positiva excluye el misterio y la
poesía.
(Pérez Gómez, 1980: 14).
El
texto de donde proviene la cita, La
génesis y superación del funcionalismo en arquitectura (1980) es una
lectura crítica, teórica e histórica de la teoría en la modernidad. Según este
autor, en la teoría antigua y renacentista, práctica y teoría así como ciencia
y mito están integrados. El número es cantidad pero sobre todo símbolo. A
partir de la modernidad la teoría se aproxima a la tecnología y ya el número es
solo cálculo y economía, sin ninguna trascendencia. Le teoría de la
arquitectura se transforma en ciencia positiva, perdiendo toda metafísica.
Esta
lectura crítica de la teoría en los últimos doscientos años constituye un foco
interpretativo fundamental para comprender buena parte de lo que este trabajo
desarrollará a partir de aquí. Así, la teoría sobre el pensar se debate entre subrayar
críticamente problemas y pretender construir un sistema cerrado y comprehensivo
de la arquitectura.
Bibliografía consultada
-Kruft, Hanno-Walter. 1990. Historia de la teoría de la arquitectura.
Madrid, Alianza.
-Nesbitt, Kate
Ed. 1996. Theorizing a new agenda for
architecture. New York, Princeton
Architectural Press.
-Pérez Gómez,
Alberto. 1980. La génesis y superación
del funcionalismo en arquitectura. México DF, Limusa.
-Stroeter, Joao Rodolfo. 2005. Arquitectura y Forma. México DF,
Editorial Trillas.
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