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LA ANALOGÍA COMO EL RECURSO DEL ENGAÑO



A veces, nos hemos encontrado con la idea de que una determinada arquitectura es verdadera. 

Y entonces cabe preguntarse: ¿La arquitectura, y más específicamente el proyectos pueden tener un fundamento verdadero o; por el contrario, depende sólo de voluntades, caprichos y arbitrariedades? 

Cuando nos enfrentamos a la teoría de la arquitectura podemos suponer que este campo del conocimiento es una suerte de pilar fundacional que rige la práctica de la arquitectura. 

Algunos –vehementes- proclaman el mandato de la teoría.

Mirando hacia otras latitudes, nos percatamos de casi cualquier cosa es posible. No hay  fundamento alguno, sino un variadísimo abanico de ideas que impulsan las prácticas de proyecto. 

Digamos entonces que la arquitectura se debate entre razón y arbitrariedad.   

Y este debate, del cual pretendemos sacar algunas ideas en claro, es un aspecto clave de la teoría de la arquitectura. 

El asunto debe analizarse a partir de  los motivos y aproximaciones cognoscitivas desde donde se anuncian los planteamientos. 

En primer lugar, conviene destacar que los discursos de  arquitectura tienen un fuerte componente de analogía. Esta oportuna aclaratoria la hace Edward De Zurko en su libro La teoría del funcionalismo en arquitectura (1970). 

Este autor nos dice que las teorías funcionalistas se nutren de tres analogías: la mecánica, la orgánica y la moral. Así, respectivamente, la arquitectura es funcional y válida porque se asemeja a la eficiencia de las máquinas (Le Corbusier), porque respeta las verdades de la naturaleza (Morris, Sullivan y Wright) o finalmente porque respeta valores humanos como la sinceridad  y la verdad (Loos y de nuevo Le Corbusier). (De Zurko, 1970: 20-21). 

El empleo de la analogía traspasa una línea invisible, aquella por la cual de ella se pretende desprender una verdad absoluta. Así: 

El principal valor de una analogía consiste en transmitir una idea, no en demostrarla. Una analogía puede ser válida en un caso y falsa en otro; por lo tanto, debemos usarla con cuidado. En rigor, la analogía es una especie de descripción abreviada de una cosa. Nos ayuda a concebir ciertas relaciones de otro modo oscuras; la analogía es una herramienta, no una regla; por eso es ilógico utilizar la analogía como criterio para juzgar. (De Zurko, 1970: 221).

La analogía constituye un válido recurso explicativo e imaginativo. Y tiene la virtud teórica de la síntesis. Es capaz de permitirnos visualizar una idea no contradictoria en forma rápida y convincente. Sin embargo, De Zurko nos propone nos libremos de un engaño: aquel por el cual de la eficiencia de la analogía se desprenda una verdad. 

En el contexto en que nos movemos, cabe destacar también que en arquitectura los valores son fundamentales. Los hay “primarios o inmediatos”  como aquellos que aluden a la economía o pueden ser “morales, éticos, sociales” (De Zurko, 1970: 218). Pasamos de la consideración de unos a otros en forma indistinta. 

Por ahora, basta señalar cuanta tinta, cuantos proyectos y cuanta censura se han proclamado afirmando a ciegas que en arquitectura la función determina la forma o que la arquitectura debe indagar en la eficiencia de la industria o, en tiempos más recientes,  en vericuetos filosóficos o en quiebres de la ciencia. 

Con este breve texto, pretendo romper el embrujo que generan las analogías en arquitectura, constatandoentonces que si la arquitectura necesita de fundamentos ha de buscarlos en otro lado. 

Incluimos imágenes emblemáticas. Todas ejemplos del empleo de analogías como modos de justificación.


Marc Antoine Laugier. La cabaña primitiva (Essai sur l'architecture 1752) o la fantasía del origen de la arquitectura










Jean Nicolas Louis Durand. Précis des lecons d´architecture (1802). En el siglo XIX todavía se podía pretender que la arquitectura se redujese a tratados. ¡Todos los edificios con retículas cuadradas!







Peter Eeisenman. Diagramas de transformación de la House IV (1971). Eisenman, un verdadero especialista en la búsqueda de analogías. Diagramas geométricos, analogías con el paisaje, filosofía contemporánea.

 


  



Frank Ghery. Chiat-day Building (2001). Un arquitecto que se siente artista.
 







Hannes Meyer. Concurso Palacio de las Naciones en Ginebra (1927). Moderno y marxista, quería acabar con el proyecto y transformar la arquitectura en ciencia. Del proyecto que aquí incluimos se preocupaba por señalar que no incluiría columnas a la vista, porque eran  muestra de  retraso.
  







Adolf Loos. Casa Moller (1927). El gran moralista que condenaba todo ornamento.
 





 Bibliografía

De Zurko, Edward (1958). La teoría del funcionalismo en arquitectura. Buenos Aires, Nueva Visión. 1970.





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