Llegamos a la quinta y última propuesta.
En días recientes, en grata conversación con los
estudiantes de la profesora Melicia Planchart (FAU-UCV), leía una frase del
trabajo de un alumno:
Alvaro
Siza tiene una aproximación poética a la arquitectura.
Una expresión como esta pretende valorar positivamente.
Construye una analogía y una metáfora. Y nos dice que la arquitectura –a veces-
puede ser algo más. La arquitectura se presta a ello. En un sentido es
construcción, pero también belleza, armonía e incluso poesía.
En las primeras cuatro propuestas de universalidad que
hemos ya discutido, la arquitectura ha sido imitación clásica, racionalismo
moderno, ciencia o arte. La arquitectura ha sido otra cosa o ha tomado prestado
de otras cosas.
Regresando a la conversación, me pasó que leyendo la
expresión se me ocurrió replicar:
¿Qué
tal sería decir que Alvaro Siza tiene una aproximación arquitectónica a la
arquitectura?
La expresión nos puede parecer divertida o paradójica,
pero creo que –al menos en estos tiempos- hace falta decirla así.
De eso trata nuestra última propuesta universal: la
arquitectura como arquitectura.
Y para ello recordaremos al crítico, teórico e
historiador noruego Christian Norberg-Schulz (1926-2000), pionero olvidado del
acercamiento fenomenológico a la arquitectura.
En clave heideggeriana, nos dice que la arquitectura está hecha por el
hombre y para el hombre. Y así, se pueden enumerar algunas precisiones:
1-Poseemos un impulso y una necesidad de crear
permanentemente.
2-El hombre ha sido incapaz -hasta ahora- de vivir en la
naturaleza tal y como está.
3-Estamos dotados, poseídos, por un impulso intelectual,
de pensamiento, de especulación teórica.
Estas consideraciones generan implicaciones inmediatas:
1-El proyecto es una especie de motor, de impulso, de
rasgo esencial de la arquitectura.
2-La arquitectura -y la ciudad diría Rossi- constituye
el ámbito natural de la vida del ser humano.
3-La arquitectura es fundamentalmente un hacer. Pero es
también pensamiento, ideas y nociones de las que se parte para realizar. La
propia naturaleza y la arquitectura ya hecha se convierten en estímulos para
pensar.
Parafraseando a Louis Kahn: La arquitectura es institución
humana.
Las escuelas nacen de los deseos humanos.
Una casa es una pequeña ciudad.
Una calle se convierte en el lugar de aprendizaje para
un niño.
Así, la
arquitectura acompaña nuestras vidas.
De lo anterior deriva una relación tripartita entre ser
humano y arquitectura:
1-Se hace arquitectura. Y aparecen condiciones universales: la escala humana, la construcción, el proyecto y la obra, lo íntimo y lo público. Y aprendemos: el proyecto nos obliga a considerar determinantes encontradas, a ser sorteadas con creatividad: espacio y escala, forma individual y forma como conjunto.
2-Se vive la arquitectura. Y aparecen condiciones universales:
lo sensorial, el hombre como centro, lo ambiental y sicológico.
3-La arquitectura se piensa y se aprende. Puntos
inseparables. Y aparecen condiciones universales: las dimensiones de lo intelectual,
de la crítica, la teoría y la historia.
Al final hemos llegado, en nuestro último tanteo de
búsqueda de lo universal, a un esquema triple que curiosamente se parece mucho
a la organización y a los contenidos del programa general de la materia Teoría
de la Arquitectura que dictamos la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la
Universidad Central de Venezuela.
Y a modo de cierre…
Las primeras cuatro propuestas de universalidad de la
arquitectura (clasicismo, modernidad, ciencia y arte) no alcanzan su meta; la
de ser universales.
Sin embargo, de este bagaje cultural podemos recordar
algunos episodios que han dejado algunas huellas profundas. Estas huellas
provienen de la tradición más íntima de la arquitectura. No recurren a analogías
ni al auxilio de otras disciplinas. Estos son:
1-De la antigua Grecia queda un legado: la arquitectura -hecho material- es gobernada por otra cosa; por una idea. Algunos conceptos griegos como los de belleza, totalidad, orden y racionalidad perduran en el tiempo.
2-Vitruvio dijo: la arquitectura debe ser bella, firme y
útil. Hasta ahora no ha aparecido ningún paradigma capaz de sustituir esta
parca pero contundente afirmación. Las teorías, los arquitectos y las obras
han "favorecido" a veces unos aspectos sobre otros: la Torre Eiffel
haciendo prevalecer la firmeza, Durand y el funcionalismo poniendo en primer
plano a la utilidad. Sin embargo, cuando la arquitectura ha sido más rica es
cuando ha asumido su natural complejidad.
3-En la arquitectura coexisten universalidad y particularidad,
tradición y ruptura. Son fuerzas que orientan nuestro trabajo y producción. La
universalidad nos ofrece unos principios, unos objetivos no contradictorios,
unos intentos de verdad y de posible útil aplicación. Por otra parte, la
particularidad nos obliga al cuestionamiento de esos mismos principios, nos
solicita demos respuestas a individuos y lugares determinados, únicos e
irrepetibles.
Solo entendiendo esta compleja dualidad es que se puede
entender y apreciar la gran obra de arquitectos como Erik Gunnar Asplund, Le
Corbusier y Carlos Raúl Villanueva.
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